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Reportaje:Golf Masters de Augusta

Jiménez y Olazábal resisten

Una tormenta detiene el juego, pero el vasco y el andaluz tienen tiempo para mejorar sus tarjetas y sus expectativas ante la última jornada

Carlos Arribas

Y luego dicen que la cabeza no pinta nada, ¡ja!: manda y decide. Los tres españoles terminaron el viernes con resultados muy parecidos: Sergio García y Miguel Ángel Jiménez, en +2; Olazábal, en +3. Cuando firmó la tarjeta, Olazábal habló de la posibilidad, aun remota, de ganar y ayer, al cierre de esta edición, estaba jugando perfecto, había remontado dos golpes, 15 puestos. Jiménez habló de que si las cosas le iban de cara pensaba que volvería a acabar entre los 10 primeros, como en 2002: cumplidos seis hoyos del sábado ya había hecho dos birdies, estaba a un golpe del décimo. Y Sergio García, desesperado, dijo que todo le daba igual, que le daba lo mismo hacer 68 que 78. Y camino del 78 más que del 68 iba: en cinco hoyos, dos bogeys.

El jugador de Hondarribia completa nueve hoyos magníficos como había anunciado la víspera

Y menos mal que dejó de jugar por la tormenta.

A las 7 de la mañana los truenos, tambores de los heraldos, anunciaron lo que se acercaba. Cinco minutos después, la lluvia comenzó a caer sobre la ciudad, también sobre el Augusta Nacional Golf Club. Una hora sin parar, con fuerza, empapando las calles, los greenes. Después se detuvo. Poco antes de las 11, 10 minutos antes de que le tocara comenzar su tercera ronda, José María Olazábal, acelerado, cruzó a grandes zancadas el patio de la casa club. "Me han dicho que podré jugar una hora", comentó, "que después suspenden el juego". Pero pese a que inmediatamente después de pronunciar esas palabras, comenzó a llover de nuevo, gotas gordas, frías, densas, el juego no se detuvo una hora después, sino dos. Dos horas bajo la lluvia, nueve hoyos empapados, calles serenas, greenes receptivos. Nueve hoyos en los que el jugador de Hondarribia demostró que no fanfarroneaba cuando la víspera, después de su primer bajo par del torneo y pese a marchar con +3, dijo que se sentía con fuerzas y capacidad para hacer dos rondas extraordinarias en los días que quedaban. Drives largos y rectos, hierros medidos, putter caliente: tres birdies y un bogey, un -2 en nueve hoyos que le deja en +1, que le devuelve a la batalla. Después, sonaron las sirenas.

Todos a la casa club, al asalto de las limonadas, los sándwiches de rosbif, de ensalada de huevo. A comentar la jugada. A hablar de David Duval, que no es aún tan viejo -tiene 34 años-, que hace nada era el número uno del mundo, el único antitigre con posibilidades, un adelantado de su época, amante de las pesas y el gimnasio, de su palmito de tabla dura. Todo lo cual le condujo a una crisis existencial de la que ha regresado con culo y barriga, cierta indolencia, indiferencia casi ante lo que le pueda ofrecer el golf, y toneladas de toque y magia. En su última ronda, la que el viernes le condujo al corte, después de unos nueve primeros hoyos en que a punto estuvo de batir un récord negativo -y empató, con 10 golpes, el mayor de la historia en el segundo hoyo-, se marcó unos nueve segundos primorosos: 32 golpes, el mejor del día. Con el mismo silencio, la misma cara de póker, asumió el fracaso y el éxito. Con el mismo silencio, sin decir una palabra, se despidió de Augusta.

También se habló de Chad Campbell, del líder que ayer no tuvo tiempo de desenfundar sus maderas, del tejano que aventaja en tres golpes a sus más próximos seguidores y sobre cuyo potencial está más que dividido el personal experto. Un tigre de papel, dicen algunos, y recuerdan que ya en 2003 se le prometió un futuro de grandes y éxito, y que desde entonces empezó a tropezar. Un caballo ganador, replican otros, y recuerdan que este año ya ha ganado un torneo, que eliminó a Tiger Woods del Mundial Matchplay, que es el 20º del mundo, que no es un don nadie y que tiene un golpe único con el hierro 2.

Y se habló, sobre todo, de Olazábal. De su ingreso en el club de los pegadores, en el círculo selecto de los jugadores de 300 yardas -270 metros-. Un ingreso que le anunció su profesor, Butch Harmon, hace unas semanas y que refrendó el viernes. Ese día, el de la segunda jornada del Masters, el vasco terminó el primero en la clasificación de distancia -y marcha segundo en la general-. Y si el jueves, el primer día, su condición de pegador le produjo contradicciones, el viernes y ayer por la mañana, con los hierros en su sitio, con el putter como un tiro, le conducía, directamente, hacia la excelencia.

Jiménez, ayer bajo la lluvia.
Jiménez, ayer bajo la lluvia.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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