Uno de los jóvenes heridos en el derrumbe de un edificio en Cádiz pide que el caso siga abierto
Juan Antonio Acosta exige que el Ayuntamiento asuma su responsabilidad
Hay veces en las que a Juan Antonio Acosta le viene el recuerdo. Un pelotazo sobre una pared. Un enorme ruido. Minutos de oscuridad bajo los escombros. Es cuando se viene abajo. Son lo que su madre llama las "cicatrices del alma". Las otras las tienes repartidas por el cuerpo, sobre todo, en el brazo, marcado para siempre desde el día en que se derrumbó el antiguo edificio militar de Cádiz en el que jugaba con sus dos amigos al fútbol. El juez acaba de archivar la causa porque no ve indicio de delito. "Yo sólo quiero que alguien se haga responsable de lo que pasó", af irma.
Juan Antonio, que ya ha cumplido la mayoría de edad, tenía 16 cuando ocurrió. Era el 16 de enero de 2004. Se había saltado sus clases de 3º de ESO, con dos compañeros, Manuel Gallardo Selma, que falleció en el suceso con 15 años, y Juan Pablo Rodríguez, quien también tiene ahora 18 años.
Según cuenta, entraron por la puerta principal de la zona conocida como Campo de las Balas, la antigua academia de artillería de la ciudad, en esos momentos, de propiedad municipal. Era un aparcamiento provisional, aunque también algunas asociaciones y colectivos hacían uso de los barracones vacíos. Algunos indigentes los utilizaban como viviendas y jóvenes, como Juan Antonio y sus amigos, como escondite de juegos. "Íbamos muy a menudo", recuerda. Entraron en la primera planta de un edificio al que llamaban la jaula. Ya tenían señaladas las porterías. Observaron que había un agujero reciente en la pared. Y lanzaron el balón. A partir de ahí, los recuerdos de Juan Antonio le hacen venirse abajo.
Secuelas
Los tres quedaron atrapados por los escombros. Tras minutos de angustia, él y Juan Pablo pudieron ser rescatados con vida. Horas después, los bomberos rescataron el cadáver de Manuel. Juan Antonio ha tenido que ser intervenido en el brazo hasta siete veces. Ha perdido masa muscular, tiene intensos dolores y, sobre todo, unas profundas cicatrices que le duelen en la memoria. "Ahora viene el verano y me las tengo que tapar. Cómo voy a ir enseñando esto", se lamenta levantándose la manga.
El dolor nunca curado de Juan Antonio y su familia se ha incrementado tras conocer la decisión del juez encargado de la causa penal que emprendieron su familia y los padres de Manuel contra el Ayuntamiento, titular entonces de los suelos. El teniente de alcalde de Patrimonio, José Blas Fernández, fue imputado por un presunto delito de homicidio por imprudencia grave, y el secretario municipal, Antonio Ortiz, como presunto autor de un delito de encubrimiento por no facilitar algunos informes. El pasado 31 de marzo el juez de instrucción número uno de Cádiz dictaba un auto de sobreseimiento provisional del caso porque "no consta la debida justificación de la perpetración de los delitos".
La familia de Juan Antonio va a recurrir. Porque creen que debe encontrarse a los responsables de lo que ocurrió. "Ese edificio estaba en ruina y deberían haberlo tirado antes de que pasara nada", dice la madre, Juana García.
El equipo de gobierno insistió en que informes previos y posteriores al siniestro aseguraban que el edificio no presentaba deficiencias estructurales que justificaran el derrumbe. Apuntaban a "causas externas". Juan Antonio no está de acuerdo. "Nosotros no tiramos piedras como nos dijeron. Sólo jugábamos al fútbol. Si yo juego al fútbol en mi casa, no se derrumba", asegura.
El joven se quedó en 3º de ESO. Después del derrumbe, no pudo seguir en clase. "Me costaba mucho estudiar". Probó suerte con unos cursillos de albañilería, la profesión que le gustaría ejercer, pero los dolores le hicieron rendirse: "Yo necesito un trabajo. Tengo 18 años y no voy al colegio. Me tienen todavía que operar varias veces más".
La madre tiene mal recuerdo de los concejales del PP que visitaron a su hijo hace dos años. "Desde entonces ya no han vuelto a preocuparse".
José Blas Fernández les pidió públicamente que recapacitaran su intención de recurrir la decisión del juez. "Respeto lo que hagan, pero que no se dejen llevar por fines políticos. Que lo sopesen. Porque estas cosas tienen sus costas".
El PSOE anunció un pleno extraordinario para abordar, de nuevo, este caso.
Ajeno a la polémica política, Juan Antonio querría olvidarse de todo. Pero no puede. La mala suerte le ha perseguido. Varios meses después del derrumbe, le apuñalaron siete veces en la calle. Ahora ha conocido que su agresor, menor de edad, sale los fines de semana de permiso. No cree en los jueces.
"Yo estuve debajo de los escombros. Eso hay que vivirlo. Gracias a Dios no le ha pasado al hijo de un juez. Si hubiese sido así, estoy convencido de que lo defendería como mi madre está haciendo". Lo dice tratando de ocultar las cicatrices. Unas, con ropa. Las otras, con mucho esfuerzo.
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