Miguel y Vilma, una pareja de fruteros en la trama del ‘narcopolicía’ de Madrid
Un matrimonio de empresarios fue captado por la organización que metió en España el mayor alijo de coca de la historia (13 toneladas). De puertas para afuera, pagaban sus impuestos, vendían plátanos y patrocinaban eventos

El lunes 10 de marzo por la mañana una pareja entra en la comisaría de Chamberí, en Madrid. La Audiencia Nacional los busca desde octubre, cuando escaparon de su chalet en Alicante después de la intervención de un contenedor con 13 toneladas de cocaína ocultas tras cajas de plátanos. Es el mayor alijo de droga incautado en España. Iba dirigido a este matrimonio, José Miguel B., de 58 años, y Vilma Janet A., de 51, que, en apariencia, eran dos acomodados empresarios que se dedicaban a la importación y distribución de fruta. En realidad, según las investigaciones, eran unos mandos intermedios de una organización de narcotráfico que durante años importó kilos de cocaína de Latinoamérica y blanqueó dinero a través de decenas de sociedades y negocios tapadera, como el de Miguel y Vilma. Todo, con la inestimable ayuda, presuntamente, del inspector jefe de la UDEF conocido como el Anodino al que se encontró 20 millones de euros emparedados en su casa y otro más en bolsas en su despacho en la Jefatura Superior de Policía de Madrid.
Los narcos necesitan rutas y fachadas que oculten el rastro del polvo blanco e Ignacio Torán, el supuesto jefe de esta organización, vio en Miguel y Vilma una tapadera perfecta. Él, un empresario de Alicante del sector hortofrutícola, integrado en la comunidad y el tejido empresarial de la provincia. Ella, su mujer, de origen ecuatoriano, como el país desde el que salió el alijo de droga, fiel acompañante de su pareja. De hecho, era ella la que daba la cara como dueña del 98% de Abadix Fruits, la empresa creada en 2018 que daba apariencia legal al negocio de la droga. El oro 2% era de Flor Celina A., la hermana de ella.
A pesar de este porcentaje, las pruebas muestran que era el hombre el que movía los hilos. “Todas las gestiones las realizaba Miguel, que mantenía apariencia de buen empresario y pagaba todo de forma regular”, explican fuentes cercanas al caso. Él, al igual que otros detenidos, usaba una plataforma de mensajería encriptada, Sky ECC, para comunicarse con otros miembros de la red, sobre todo con el jefe, su principal interlocutor. “Miguel era discreto y profesional, no como otros integrantes que incluso mandaban fotografías con los fardos con mensajes tipo: ‘¡Aquí está la fruta!”, cuentan fuentes judiciales.
No está claro de qué forma dio Torán con ellos y cómo sedujo a un señor de Almoradí para meterse en este negocio, si le convenció para participar solo en algunas entregas y poder retirarse o le garantizó que no podían pillarlos. Miguel ya había creado en 1998 Cítricos Vamis y en 2012 dirigió Cítricos Almoradí, que entró en concurso de acreedores en 2019. Claramente sus dos aventuras empresariales habían acabado no de forma muy exitosa, así que ese pudo ser el gancho para atraer a Miguel a un plan arriesgado como es el de ponerse al servicio de una red de narcotráfico. Seguramente, en ese primer encuentro, el empresario nunca sospechó el nivel tan ingente de estupefacientes que iba a meter en Europa. Los investigadores creen que el hecho de que Vilma sea de origen ecuatoriano y la droga llegara de ese país pudo ser un aliciente para llamar a la puerta de Miguel para que se uniera a la organización.
Se casaron en San Juan en 2021 y tienen una hija adolescente. Con el dinero obtenido de la coca habían llenado los vestidores de su chalet en El Campello (Alicante) de ropa exclusiva y vinos al alcance de muy pocos, pero, de puertas para afuera, simplemente eran una pareja normal a la que los negocios le iban bien, sin ostentaciones. El matrimonio mantenía un buen nivel de vida, “aunque no eran ostentosos al estilo Pablo Escobar”, comenta una fuente que los conoce.
Su tapadera había sido muy bien diseñada. No todas las empresas supuestamente ilegales de los entramados de narcotráfico dan tan bien el pego. Contaba con una página web bien montada y perfectamente operativa y a través de ella incluso habían patrocinado eventos deportivos en la provincia. En concreto una carrera contra el cáncer de páncreas organizada por el médico que trata la pancreatitis aguda que Miguel sufre desde hace años. “Han cuidado mucho darle apariencia de normalidad a una empresa dedicada a este tipo de actividades. Ahora bien, no disponía de infraestructura, ni personal suficiente para gestionar los envíos de fruta”, explican fuentes cercanas al caso. Tan bien construyeron la fachada, que incluso sí que llegaron a dar salida legal a parte de la fruta que realmente llegaba en los contenedores y la vendían a distintos clientes y cadenas de alimentación.

Los investigadores destacan que durante años, la pareja ha demostrado una paciencia inusual para gestionar un número muy importante de contenedores “limpios”, es decir, que realmente solo contenían fruta. La actividad de la empresa era tan alta que era imposible que los contenedores aduaneros llegaran a inspeccionar todo. Entre 2020 y 2024, Abadix recibió más de 900 contenedores, de los que fueron analizados 200 que resultaron libres de droga. Sin embargo, según las pruebas recabadas, los investigadores tienen la certeza de que en esos años sí lograron introducir “numerosos alijos de cocaína, sumando una gran cantidad de toneladas”. Nunca rechazaron ninguno de ellos, lo que contribuyó a que mantuvieran esa imagen de normalidad, hasta ese de las 13 toneladas. Cuando el cargamento llegó al puerto de Algeciras el 14 de octubre, el escáner detectó los fardos. No fue casualidad, la Policía Nacional y Vigilancia Aduanera sabían dónde buscar y que iban a encontrar droga. No esperaban tanta.
El cargamento había sido enviado por la empresa Quality Ecuatoriana SA de Guayaquil, que ya tenía antecedentes por tráfico de estupefacientes. La investigación apunta que la organización de Óscar Sánchez, el jefe de la UDEF también tenía a alguien a sueldo en la compañía ecuatoriana. Al detectarla, dejaron el contenedor cerrado a la espera de pillar con las manos en la masa a sus receptores, Abadix Fruits, pero Miguel y Vilma ya habían sido alertados, presuntamente, por el policía corrupto y huyeron antes de ser detenidos. La que sí fue arrestada fue Celina A., la hermana de Vilma, en su casa de Illescas (Toledo), aunque quedó en libertad.
Miguel y Vilma sabían que no podían ser fugitivos eternamente, pero tenían pánico a que los metieran en la cárcel, después de ver cómo el resto de detenidos habían ido desfilando a prisión antes que ellos. Desde su escondite leyeron las noticias sobre las detenciones de sus compinches y la magnitud del negocio que los medios han ido desvelando. Pero este lunes 10 tomaron la decisión de acabar con la huida. A pesar de llevar casi cinco meses escondidos, su abogado Francisco Galiana consiguió que no entraran en un centro penitenciario a pesar del obvio riesgo de fuga. Para Miguel, logró un arresto domiciliario para poder tratarse de su pancreatitis crónica que le obliga a recibir diálisis tres días por semana. Vilma salió en libertad provisional con medidas cautelares, como presentarse en un juzgado cada día. Ambos han vuelto a su chalet en Alicante, a pesar de que el letrado ofreció también opciones para que se quedaran en Madrid, donde vive su hija adolescente al cargo de otra familiar.
No son los únicos fruteros de la trama, en los papeles figuran también otras empresas hortofrutícolas que se usaban para disfrazar de legalidad los envíos de droga de negocios. Los narcos tienen predilección por la importación de bananas porque es la fruta que más importa España, según datos de la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas. Pero sí son los que tomaron la decisión de coger una maleta y huir, hasta que la presión judicial, policial y los problemas de salud no les han dejado otra salida que entregarse. La causa sigue adelante, aún hay flecos que cerrar.
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