Persistencia de la memoria

Mirar fotos

Sobrecogen muchas de las imágenes reunidas en los volúmenes que publica este diario sobre la mirada del tiempo. Atrocidades de la Guerra Civil al margen, es en los escenarios de la vida doméstica al inicio de la posguerra donde cada fotografía es un dolor callado, la muestra como en viñetas a tiempo real de cine mudo de una desdicha inabarcable donde el contrapunto, el diálogo que establecen las imágenes entre sí y al que asistimos con una mirada de espanto, tiene la triste veracidad de lo irremediable. Muchos de los protagonistas son niños, ya sean mendigos rapados que deambulan por las calles o alevines del nuevo Régimen que alzan la mano en un saludo del que uno quiere creer que desconocen implicación y significado. Otras son quizás más lacerantes, cuando el juego de páginas pares e impares nos permite ver el horror de un gélido limpiabotas que hace su oficio a los pies de un gordito encorbatado mientras, en la foto de al lado, un padre aterido y de mirada todavía furiosa pide algo para sus dos hijos.

O no mirarlas

Decía Jean-Luc Godard que la fotografía era la verdad, y que el cine era la verdad a veinticuatro imágenes por segundo. Ni una ni otra cosa eran ciertas, pero no importa. Como tampoco lo es que la fotografía es la muerte, ya que congelaría un presente definitivo sin pasado ni recorridos posteriores. La mirada del observador también es fotográfica, en movimiento, y enlaza los antecedentes de lo que observa con sus constatadas o predecibles consecuencias. Por no poner sino un ejemplo, la famosa fotografía del beso apasionado entre dos jóvenes en un bulevar parisino viene a coincidir en el tiempo con otra que se publica en la colección ya mencionada de este periódico, donde el beso es sustituido por la agresión callejera del piropo, y donde la mujer ofendida apenas se atreve a alzar la mirada mientras el ofensor parece en trance de lanzarse sobre ella.

Massamagrell

Los cinco muertos en el incendio de una residencia en Massamagrell no pueden sumarse sin más a la estadística de siniestros accidentales en instalaciones de ese tipo. La consejera de Bienestar Social, Alicia de Miguel, no puede salir diciendo que el accidente se habría producido igual, o no se habría producido, de no mediar la firma de un papel en trámite que añadía otras competencias a esa residencia, y en cualquier caso, las posibilidades de incendio fortuito en el Palau de la Generalitat con resultado de muerte parece bastante remota, así que con papel o sin papel, con trámite, cuando lo hay, o sin él, parece conveniente estar más atento, o atenta, a lo que puede suceder en cualquier residencia de ancianos, o de otro tipo, adscritos o no a Salud Mental, pero igualmente limitados en su capacidad de desplazamiento, etc. Es decir, en su dudoso bienestar social.

Cultura copera

También para salir en la foto, pero a su peculiar manera, la Generalitat va a fundirse un millón de euros en un grandioso musical que se estrenará, como es lógico, coincidiendo con el comienzo de las prerregatas de la Copa del América. Y aunque Font de Mora se ha apresurado a precisar que ese despilfarro no sale del presupuesto de Teatres, resulta cuanto menos indelicado un anuncio semejante precisamente cuando la profesión escénica valenciana está que trina con las autoridades de nuestra cultura por el caso en que está sumida la gestión. Se dirá que nada tiene que ver una cosa con la otra, aunque más de un algo sí tiene, y de todas maneras un millón de euros sale también de nuestro dinero, no importa demasiado de qué presupuesto dependa. Por lo demás, cómo nos vamos a tomar en serio un espectáculo de esta clase, que tiene visos de estar pensado para fardar de mucha y rica multicultura. Por lo mismo que resulta difícil tomarse en serio un Palau de les Arts que se inaugura con ¡el estreno de una película!

Detenciones

En la pobre Marbella han montado una buena deteniendo a un montón de gente a cuenta de la corrupción inmobiliaria y otros negocios sucios, y aunque uno es de los que no le desean mal a nadie, al ver las imágenes no pudo dejar de fantasear sobre lo que pasaría si el paisaje de fondo de esas informaciones fuera alguna localidad más o menos costera del sur o del norte de nuestra comunidad, que todo podría suceder, y si no sucede será que alguien considera prematuro o inconveniente poner fin a tanto escándalo. Algunos expertos creen que lo que sabe apenas si representa una décima parte de lo que hay, por lo que no se descarta que la parsimonia se deba a la necesidad de contar con más datos para certificar que dos más dos suman cuatro. Cuatro millones de euros, quiero decir.