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Reportaje:Fútbol | 31ª jornada de Liga: el gran clásico

De verde, si le dejan

Cargado de rituales, Valdés negocia con los árbitros el color de su camiseta

Víctor Valdés cuida su atuendo con mayor atención cuando se trata de ponerse bajo los palos que para salir a cenar. Diríase que se muda atendiendo antes a razones de superstición que de coquetería, algo bastante común en el gremio de los porteros. Sólo que Valdés no siempre escoge el color de su uniforme. A menudo, el árbitro se cruza en sus deseos. Es por ello que Chema Corbella, utillero del Barça desde hace más de 20 años, pone a su disposición las cuatro posibilidades que ofrece la empresa Nike para su equipación: los colores van del negro al naranja pasando por el verde y el gris, zamarra que, dicho sea de paso, no ha lucido en lo que va de curso futbolístico.

De hecho, si de él dependiera, Valdés jugaría siempre de negro. Sin ir más lejos, Corbella lleva siempre dos camisetas negras en el baúl por una de los otros tres colores del stock. El problema es que Valdés no siempre puede jugar según sus deseos. O, mejor dicho, el colegiado no siempre le permite salir al campo de oscuro. Todo depende de la interpretación estricta que se haga de la norma 4 del reglamento: "Cada guardameta vestirá colores que lo diferencien de los demás jugadores, del árbitro y de los arbitros asistentes".

"Lo entiendo. Hay veces que se presta a la confusión, pero en otras no y llega a ser desesperante", asume el portero. No lo dice por decir. En el transcurso de la temporada no han sido pocas las veces que el árbitro ha puesto problemas al verle vestido de negro. "Normalmente", explica el delegado azulgrana, Carlos Naval, "el colegiado había escogido el atuendo negro, pero atendió a nuestra solicitud y cambió de camiseta".

No sucedió lo mismo ante Osasuna, en el partido que perdió el Barça. Aquella noche, Pérez Lasa se ofuscó hasta el punto de desquiciar a Valdés, que, atendiendo a la costumbre, pretendía jugar de negro. "Prefiero ese color por sobrio, porque recuerda a los porteros de antes y porque es mi preferido", resume el arquero, supersticioso como todos. Pero en Pamplona el árbitro le dijo que se confundía con el portero local y le exigió que se quitara la camiseta.

Valdés eligió jugar de color naranja y, cuando se disponía a saltar al campo, el árbitro reparó en sus calcetines: "Llevaba unas medias negras y blancas y, según me dijo, se confundían con las de los jugadores de Osasuna, que eran a rayas azules y rojas". Cambiar de calcetines le supuso retirarse el vendaje con el que acostumbra a protegerse los tobillos y tener que volver a ponérselo, circunstancias que le molestaron. Un error suyo generó el gol de Osasuna. Perdió el Barça y, supersticioso como es, Valdés desterró ese color de la oferta que maneja antes de los partidos. En el siguiente encuentro, en San Sebastián, estrenó una camiseta verde.

A diferencia de Salvador Sadurní -"yo nunca estrenaba camiseta en un partido"-, Valdés no duda en cambiar de color si el equipo pierde. Por eso lleva jugados los últimos cuatro partidos (Real Sociedad, Getafe, Málaga y Benfica) vestido de verde. Sólo ha recibido un gol. "Por eso contra el Madrid jugaré con la camiseta verde... si me dejan", dice Valdés. Entonces, pedirá las tijeras al masajista, Ángel Mur, y cortará las mangas, siempre por debajo del codo.

Para él, será su sexto gran clasico: los ha jugado todos desde que Frank Rijkaard manda. Así que lleva dos derrotas y tres victorias acumuladas.

SCIAMMARELLA

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