Si lo sé, me hago árbitro
Qué envidia me han dado los árbitros. En este país en el que las huelgas sólo traen el desgaste del que las convoca y en el que, si la cosa va a mayores, los principales sindicatos entran en liza con resultados no siempre éticos, los árbitros han conseguido sus objetivos -dinero- en tres horas de anuncio de huelga. Sin despeinarse. ¿A quién le importa que los médicos se pongan de huelga? ¿Y los profesores? ¿Y los jornaleros? ¿Cómo compararlos con algo tan importante como el fútbol dominical? ¿Quieren dinero y la federación no tiene?: aquí está la Liga de fútbol profesional con su talonario para lo que haga falta, ¡faltaría más! ¿Cómo privar a todo un país de su amado fútbol? El fútbol cura las depresiones de las tardes de los domingos, una labor terapéutica que no puede obviarse. Los niños, siempre ávidos de estos ejemplos, querrán ser árbitros en vez de médicos o ingenieros. ¿Para qué estudiar seis años, hacer un master y tener idiomas, si con unas carreritas los domingos me gano un sueldo decente y encima tengo la sartén por el mango? Yo ya soy mayor para correr, pero si lo llego a saber...
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