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Columna
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Una posición "constructiva"

La reforma estatutaria ha culminado el proceso con su aprobación el lunes pasado por las Cortes Valencianas, y los protagonistas, los dos partidos mayoritarios, se han prodigado en la celebración, que en términos castrenses podría describirse como la explotación del éxito, solo que sin tener que apuntillar a un enemigo, ya de por sí desarmado. Halagos mutuos, fotos de familia, brindis y sonrisas. Quiérase que no, el trámite constituye un hito en nuestra historia autonómica y sus principales actores lo han celebrado cumplidamente, invistiéndose incluso con la clámide de hombres de Estado, o sea de políticos con capacidad moral, coraje y talento para sobreponer los intereses generales a los partidarios e inmediatos. Lástima que su concertado trabajo no haya podido integrar a todo el espectro político, decimos por EU-Entesa, pero socialistas y populares acaso se consuelen pensando que se trata de un colectivo menor y hasta intransigente.

No vamos a glosar el nuevo texto aprobado, que va teniendo sus exegetas y de cuyas lagunas -el castigo electoral a las minorías, sobre todo- se han quejado con motivo los damnificados. Un déficit democrático que se comprende si lo juzgamos con criterio conservador y considerando que puede primar la gobernabilidad reduciendo el pluralismo parlamentario, pero en modo alguno lógico desde la óptica de su presunto antagonista, el PSPV-PSOE. No obstante, la suerte está echada y tanto la crítica como el ditirambo no mueven ya molino. Ahora, lo decisivo será su desarrollo en las leyes que propicia y que, al parecer, se aplazará hasta la próxima legislatura de 2007, habida cuenta de que lo más apremiante es emprender ya mismo la campaña por el voto.

Será este el momento de verificar si la concordia observada entre los partidos hegemónicos valencianos y el ejercicio de la llamada oposición constructiva para alumbrar el nuevo estatuto conlleva una suerte de pacto de silencio sobre el más grave de los problemas que nos acucia. Nos referimos a la corrupción extendida como una metástasis en la gestión municipal y el megaurbanismo. Que no lo percibamos a menudo con tal gravedad sólo se debe a su banalización y, probablemente, al hecho de no figurar entre las preocupaciones capitales de los ciudadanos, según los sondeos de opinión. Pero nadie podrá negar que es una de las perversiones de nuestra vida pública.

Nos hacemos cargo de que el PP se muestre elusivo, incómodo o airado cuando se saca a colación el asunto y la implicación escandalosa de algunos de sus miembros o simpatizantes distinguidos. En realidad, poco más puede hacer. Las evidencias lo achicharran y hace años que perdió la oportunidad de aplicar su propalado código ético, una amable patraña que con el gobierno de Francesc Camps se quedó en mero propósito programático. Ahora no le queda ya otro remedio que esperar a que pase pronto ese cáliz y no emerja a su vera más chapapote. Las encuestas todavía le avalan -o eso se afirma desde su seno-, pero asimismo se teme que toda la corruptela acabe pasando factura en las urnas, a pesar del amparo que le otorga el estamento mediático afín.

Lo que comprendemos menos o nada es la actitud del partido socialista, tan acrítico y como ajeno al papel que le incumbe en tanto que primera fuerza de la oposición, por no aludir a otros presumibles y desvaídos créditos ideológicos. Se diría que está a la defensiva, temeroso de que le descubran algún muerto en el armario, cuando resulta obvio que, de haberlo, ya se habría aireado a los cuatro vientos. Argüir que su discurso no tiene eco por carecer de medios es sólo una parte de la verdad, pues nunca se ha quedado inédita ninguna de sus -pocas- denuncias y discrepancias. Más cierto es que, simplemente, calla y deja que el PP se cueza en su salsa. Simple política taimada.

Pero comienza, aseguran, otra etapa con un Estatuto puesto al día y reputado de señero para las demás autonomías. Ya que no se ha profundizado la democracia, dando su oportunidad parlamentaria a más partidos minoritarios, exprimamos la que tenemos gobernando unos y haciendo oposición de verdad los otros. En muchos aspectos sería novedoso.

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