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Archivada la causa contra seis policías por la muerte a tiros de un joven en Sagunto

La víctima se atrincheró en la biblioteca municipal y anunció que se quería suicidar

Cuatro tiros mataron a Alfredo Estrada Peñalba el 7 de mayo de 2001 en el interior de la biblioteca municipal de Sagunto (Valencia). Dispararon seis policías del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) que acudieron a neutralizar su amenaza de suicidio y su encierro. Estaba solo, no tenía rehenes, sufría una depresión como consecuencia de las lesiones de un accidente, había tenido episodios previos de intento de suicidio, eran las doce de la mañana y no se solicitó la mediación de familiares, amigos y médicos. La pistola simulada que esgrimía e hizo detonar provocó la mortal intervención policial. Tenía 23 años.

El titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número uno de Sagunto ha entendido, coincidiendo con el criterio del fiscal, que los seis policías implicados en los hechos no cometieron delito alguno, que fueron víctimas de "un error invencible" porque a simple vista no se podía distinguir la naturaleza del arma del joven. Por tanto, ayer dictó auto de archivo y sobreseimiento libre.

Pero la familia y el Ayuntamiento recurrirán el fallo. A su juicio, como expusieron cuando el fiscal hace algo más de un mes pidió el archivo, el juzgado debía abrir un procedimiento abreviado por homicidio por imprudencia grave.

Familia y Ayuntamiento entendieron que la actuación policial no se ajustó a protocolo alguno. Para ellos, Alfredo Estrada, vecino de Sagunto, que acudió a las once de la mañana de aquel día a ver a su ex novia, becaria entonces en la biblioteca, para despedirse de ella porque quería quitarse la vida, era un enfermo, un peligro para sí mismo, pero no para el resto. Por tanto, según consta en sus escritos, la actuación policial no sirvió para protegerlo porque no intentaron que se agotara, que pasara frío o hambre o que no tuviera tabaco para darse por vencido. La policía entró cumpliendo órdenes de inmovilizarlo y él disparó hiriendo a uno de los agentes. El resto respondió con la intención, dice el informe fiscal, de afectarle a las piernas. En la caída, los disparos le alcanzaron órganos vitales. Y murió. Los informes periciales sostienen que no se podía distinguir la naturaleza real del arma de la víctima porque su aspecto y el sonido de la detonación son casi idénticos a una de reglamento. Por tanto, hubo un error de apreciación que no se podía salvar, según fiscal y juez. Familia y Ayuntamiento creen que el error policial fue el de entrar.

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