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Reportaje:

El filósofo extravagante

Andrés Ortiz-Osés, catedrático de la Universidad de Deusto, es uno de los referentes europeos en el estudio del mito

El catedrático de Filosofía trabaja con la austeridad que se espera de quien dedica su vida a la reflexión. Algunos dibujos humorísticos y reproducciones de cuadros clásicos ilustran su despacho en la Universidad de Deusto, donde Andrés Ortiz-Osés (Tardienta, Huesca, 1943) anota alguna de sus reflexiones en una caligrafía excéntrica. Poco más de diez metros cuadrados desde los que surgen obras reconocidas como su Diccionario de Hermenéutica o Las claves simbólicas de nuestra cultura. Matriarcalismo, patriarcalismo, fatriarcalismo.

A sus 62 años, culmina una aventura filosófica que comenzó trágicamente cuando tenía cinco y vivía en su pequeño pueblo de Huesca. "Mi padre era democristiano, aunque luego se hizo falangista. Al comienzo de la guerra, le salvaron los de izquierdas del pueblo, porque era muy apreciado, y consiguió llegar a Zaragoza. Con la victoria de Franco, vuelve al pueblo. Entonces, un día un presunto maqui, al que mi padre le había evitado el encarcelamiento, le mata en una jornada extraña en que también asesinó al sacerdote y a otro vecino de izquierdas. Nunca he llegado a saber si fue un crimen político o la matanza de un loco", recuerda.

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Reconciliación de los contrarios

Afortunadamente, el pueblo respaldó a la familia. "Sobre todo me ayudaron los consejos de un tío canónigo que nos hablaba de los símbolos religiosos, de que mi padre había ido al Cielo, el asunto del perdón, etcétera, cuestiones que sirven de consuelo a un niño". Ahí ya iba forjándose el Ortiz-Osés que quiere buscar una comprensión al sentido de la vida, "pero sobre todo al sinsentido, a la sinrazón de la violencia. Quizás si me adentro en los estudios de la hermenéutica es por ello", añade.

Como típico segundón de una familia rural, le corresponden los estudios eclesiásticos, en el seminario de Huesca. "Sigo estudiando luego en Comillas, en Roma, en Insbruck,... hasta que conozco a Mircea Elíade y otros del Círculo de Eranos y me intereso por la obra de Carl Jung". Se ordena sacerdote, aunque nunca ha ejercido como tal. "Quizá me ha interesado más la reflexión desde una perspectiva fronteriza entre lo trascendente y lo inmanente, lo religioso y lo secular", explica.

Al final de ese peregrinaje de estudios filosóficos y teológicos, recala en el País Vasco. "Llegué en buena parte atraído por su realidad. Quería aportar algo a la reconciliación de los contrarios, una de mis motivaciones desde el principio, quizás como respuesta a la muerte de mi padre. En general, se me ha entendido bien, pero siempre hay algún botarate, con perdón, que te malinterpreta", comenta en uno de sus arranques de genio, que tanto le caracterizan, pese a su más que evidente bonhomía.

Pero el filósofo aragonés no es hombre de salones. Su trabajo es más reflexivo, peripatético se podría decir, por lo que le gusta pasear por montes y playas ("soy un especialista en senderos privados", llega a afirmar). Y su motivo de estudio, el mito. "La mala interpretación del mito y la razón parte de los extremismos, sobre todo en países pobres culturalmente como el nuestro. El mito es, como define mi amigo Raimon Panikkar, una creencia, una construcción humana. Unamuno decía que la misma verdad es una creencia, aquello que creemos con todo el alma y todo el corazón", argumenta.

Entonces, "sin mito, el hombre no puede vivir". Los hay buenos, como la democracia, y pésimos, como el comunismo o el fascismo o, ya en el ámbito doméstico, el del héroe chulesco, vengador patriarcal. ¿Y en este principio de siglo XXI? "Tenemos el mito que rechaza al mito, el mito que piensa que, como somos posmodernos, la razón prometeica desbanca al mito".

El catedrático de la Universidad de Deusto es, evidentemente, persona religiosa, pero su catolicismo es crítico. No se corta al expresar sus opiniones sobre la Iglesia: "En la crítica a la religión, buena parte de culpa la tiene la propia Iglesia, que ha pasado de una religión del amor a una religión prohibitiva y represora, aliada con la derechona. Pero la religiosidad es también Francisco de Asís y Teresa de Calcuta".

Ortiz-Osés considera que "la religión como algo privado es un pensamiento europeo, procedente de la Ilustración. Por eso tampoco debemos indignarnos tanto por la presencia de la religión en el gobierno de la cosa pública como ocurre en Estados Unidos o Irán. Es más, hasta no hace mucho aquí teníamos la Inquisición, el Santo Oficio, y aún ahora, la Iglesia hace lo posible para imponer sus prohibiciones a la homosexualidad, la píldora, el condón,..." Quizá para definir el carácter de este pensador heterodoxo y divertido haya que echar mano de alguno de sus aforismos: "El día de mi concepción, Dios estaba de vacaciones".

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