La intimidación y la censura marcan las elecciones en Bielorrusia
La oposición pide que Lukashenko sea juzgado en La Haya
Gracias a un clima de intimidación, arrestos, censura de los medios de comunicación, arbitrariedad y descarada falta de respeto por los principios democráticos, el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, trata de asegurarse cinco años más de permanencia al frente de este país centroeuropeo de 10 millones de habitantes. Ayer los principales dirigentes de la oposición coincidieron en que Lukashenko debe ser juzgado en La Haya.
"Lukashenko debe ocupar el puesto que ha dejado vacante Milosevic en el Tribunal de la Haya", dijo ayer el opositor Alexandr Kozulinen un mitin conjunto con el también candidato Alexandr Milinkevich. Lukashenko, que llegó al poder en 1994 como un luchador contra la corrupción, celebra este domingo unas elecciones que para él son sólo una formalidad, a juzgar por las masivas irregularidades que las han precedido. En parte, el líder se cura en salud ante cualquier eventual amenaza, porque incluso las encuestas más independientes le dan como favorito.
Los sondeos de Oleg Manáyev, un sociólogo perseguido por el régimen, indican que Lukashenko obtendrá un 58,6% de los votos. Otros dos candidatos, el físico y ex vicealcalde de la ciudad occidental de Grozno, Alexandr Milinkevich, en torno al cual se aglutina el grueso de la oposición democrática, y el ex rector de la Universidad Estatal de Bielorrusia, Alexandr Kozulin, lograrán, según la encuesta, un 16,5% y un 6,4%, respectivamente.
Durante la campaña electoral, el régimen ha tratado a los candidatos a palos, en el sentido más literal, según comprobó Kozulin, vapuleado por intentar asistir a un acto presidido por Lukashenko, y según han comprobado también decenas de activistas que en diferentes lugares del país han ido a dar con sus huesos a la cárcel con pretextos fútiles, aparentemente con la intención de apartarlos de la vida pública hasta la "reelección" del presidente.
Las manipulaciones electorales no son nada nuevo para Lukashenko, que se añadió dos años de propina a su primer mandato, gracias a un referéndum en 1996, y que ahora se presenta a un tercer mandato de cinco años, tras otro truculento referéndum, en octubre de 2004, para modificar la constitución con ese efecto. Las revoluciones democratizadoras en otros países postsoviéticos, y especialmente la de Ucrania en noviembre y diciembre de 2004, han exasperado al régimen, que prácticamente ha considerado a sus contrincantes como terroristas y conspiradores. El jueves, el presidente del Servicio de Seguridad de Bielorrusia, Stepan Sujorenko, amenazó con penas de 25 años de cárcel a quienes salgan a la calle el domingo para apoyar a la oposición tras el cierre de los colegios electorales. La capacidad de convocatoria del mitin convocado para mañana por la noche en el centro de Minsk será un dato relevante para juzgar la correlación de fuerzas entre Lukashenko y la oposición.
Hasta el viernes, la mayoría de los analistas independientes excluían la posibilidad de una revolución naranja en Bielorrusia, ya que el régimen ha gozado de un sólido apoyo social. Sus pilares han sido los sectores menos favorecidos de la población, como campesinos y jubilados, que viven con estrecheces, pero que gozan de unas garantías mínimas y conservan el recuerdo de tiempos peores.
Según el profesor Manáyev, a la base de poder de Lukashenko, se ha unido en los últimos años una clase funcionarial que suma medio millón de personas, además de un empresariado, que medra gracias a su complicidad con el poder político, y una capa de jóvenes adoctrinados en las filas de la Unión de la Juventud Bielorrusa, que recuerda la organización de los jóvenes comunistas soviéticos. La oposición democrática a Lukashenko (desde los comunistas a los liberales pasando por los socialdemócratas), que se aglutina en torno a Milinkevich, es más experta y está más unida que en las anteriores presidenciales de 2001.
Hidrocarburos
Los hidrocarburos ayudan a Lukashenko. El economista Lev Zaiko, que dirige el centro de estudios Estrategia en Minsk, cree que el régimen vive una "maravillosa" coyuntura económica, de la que son "artífices" el presidente de EE UU, George Bush, y el ruso, Vladímir Putin. El primero, por mantener altos los precios del crudo, y el segundo, por venderle a Bielorrusia el gas más barato de Europa.
Bielorrusia obtiene más de 4.000 millones de dólares (3.280 millones de euros), o el 32% de los ingresos procedentes de sus exportaciones, gracias a la producción de las dos refinerías de crudo que existen en el país. Además, paga sus suministros de gas a razón de 46,8 dólares (38 euros) por 1.000 metros cúbicos, mientras Ucrania paga a 95 dólares (78 euros) y Polonia, a 300 dólares (246 euros). Lukashenko ha cumplido también su promesa de aumentar los sueldos medios que en 2001 eran de 83 euros y hoy son de 205 euros.
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