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Estreno en el Tívoli

A lo largo de su historia centenaria, ha habido en el barcelonés teatro Tívoli grandes momentos de las artes escénicas, y también algunos episodios señeros de la vida política catalana; como ejemplo de éstos últimos, el mitin celebrado allí el 14 de abril de 1907, acto en el que se aprobó el programa electoral de Solidaritat Catalana -el programa del Tívoli- y se presentaron los candidatos a diputados que iban a arrasar en las urnas siete días después.

No parece, en cambio, que la puesta de largo del nuevo partido Ciutadans de Catalunya, celebrada en el Tívoli el pasado 4 de marzo, vaya a figurar en los anales de aquella ilustre sala ni por la vertiente teatral, ni tampoco por la política. En lo que respecta al arte de Talía, hay que reconocer que la profesionalidad es un grado, y que las dotes de Boadella como metteur en scène lucen mucho más cuando trabaja con Els Joglars que cuando dirige a un puñado de amiguetes, algunos francamente verdes sobre las tablas, otros con marcada tendencia a la sobreactuación y al engreimiento.

Subrayemos, además, que el estreno de Ciutadans de Catalunya se planteó con un dispendio mínimo tanto en atrezzo como en imaginación. Albert Boadella echó mano de su fondo de armario, reutilizando materiales ya archiexplotados en todos sus espectáculos más o menos ubuescos, desde el espectro de Tarradellas hasta la imagen de la Moreneta, o ese entrañable uniforme de mosso d'Esquadra que ya deben de haber roído las polillas. Por añadidura, un factor externo contribuyó decisivamente a la falta de tensión dramática de la matinée, y fue la completa ausencia de boicoteadores o protestatarios dentro o fuera del teatro: algo falla cuando te las das de judío en el Berlín de 1938, y organizas una concentración de 2.000 presuntos perseguidos, y no aparece ni un mal remedo de camisa parda, ni siquiera un freakie lanzando un par de gritos extemporáneos, nada. Con lo cual, más que Berlín en 1938, la calle de Casp parecía esa mañana de sábado Barcelona en 2006. ¡Qué pinchazo!

Si de la forma pasamos al contenido, o de la crítica teatral al análisis ideológico, es forzoso constatar la gradual radicalización de aquel discurso que los promotores del nuevo partido venían propagando durante años desde sus numerosas tribunas, y que solemnizaron en junio pasado a través de un primer manifiesto. Ahora, en los textos y los parlamentos del 4 de marzo, los Ciutadans de Catalunya se han declarado defensores de la Constitución..., pero Arcadi Espada habló, con lenguaje preconstitucional, de "las regiones españolas", y justificó de paso los boicoteos anticatalanes con el argumento de que "un mercado es una trama de afectos, y uno elige también por las relaciones de cordialidad que compradores y vendedores son capaces de establecer". O sea, que nos lo hemos buscado. Por supuesto, las descalificaciones intelectuales y morales contra el nacionalismo catalán, las analogías entre éste y el nazismo fueron constantes; para ilustrar esa asfixia totalitaria, Boadella había explicado la antevíspera en Madrid, a un público horrorizado, que ¡los meteorólogos de TV-3 no informan sobre el tiempo que hace en Zaragoza...!

Ni que decir tiene que reinó en el Tívoli un silencio sepulcral acerca de las andanzas del otro nacionalismo presente por estos predios: el nacionalismo español. Pero hubo también un mutismo casi completo sobre el programa social, económico, medioambiental o sanitario del nuevo partido que -Francesc de Carreras dixit- "no se situará a la derecha, ni a la izquierda, ni equidistante". Enemigos jurados del monocultivo identitario que, según ellos, practica el establishment político catalán, los Ciudadanos/Ciutadans ejercen por ahora el monocultivo antiidentitario: sólo les interesan la negación de los derechos colectivos, la defensa de la lengua castellana en Cataluña, la expulsión del nacionalismo de la vida pública, el fracaso del Estatuto... "Me preocupan más la vivienda, el trabajo, la economía, la sanidad o la educación que los papeles de Salamanca, la nación catalana o que Madrid nos robe nuestros impuestos", aseguró sin mucha convicción uno de los oradores. ¿Y cómo, con qué recursos cree él que se mejoran la vivienda, la sanidad o la educación? ¿Jugando a las quinielas?

Ahora, mientras los Ciutadans/Ciudadanos terminan de constituirse en partido, la cuestión que preocupa a los medios afines es la de saber en qué territorio electoral captarán sus futuros e hipotéticos votos, si en el de la derecha o en el de la izquierda. Ellos mismos, y quienes les quieren bien, tratan de tranquilizar al PP con el sonsonete de que su clientela potencial se halla entre los abstencionistas de izquierdas y los desencantados del PSC, pues ellos son "gente que proviene de la izquierda". ¿De la izquierda? Si aluden a que, en sus años mozos, bastantes militaron en el PSUC, también lo hizo Josep Piqué, e incluso hay en la cúpula de la actual Convergència quien en su día perteneció a la Liga Comunista Revolucionaria, sin que ello tenga hoy significado alguno. No, el presunto pedigree izquierdista de ese grupo se basa ante todo en que, durante dos décadas, fueron críticos acérrimos del pujolismo; pero no por razones de clase -muchos de ellos son sociológicamente más burgueses que Pujol- ni porque fuesen partidarios de nacionalizar los medios de producción, sino sólo por motivos cultural-identitarios, porque se sentían primordialmente españoles. Estaban y están en su perfecto derecho pero, ¿les sitúa eso a la izquierda? ¿Es el reverendo Ian Paisley más de izquierdas que -pongo por caso- Gerry Adams?

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Lo cierto es que, a fecha de hoy, el grueso del atractivo electoral de Ciutadans de Catalunya se proyecta hacia los votantes y simpatizantes del Partido Popular. Quien lo dude, que escuche los gritos de alarma de Convivencia Cívica Catalana ("es hora de unir, no de dividir"), los lamentos preventivos de Rajoy, las advertencias interesadas de Vidal-Quadras ("el peligro de trasvase de votos sin duda existe"), los recelos de Piqué. Por el contrario, no he detectado en las filas del PSC señal alguna de inquietud.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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