Mal menor para la final de Copa
El Espanyol administra su gol de ventaja ante un Deportivo esforzado e incapaz y se jugará el título con el Zaragoza
La Copa del Rey en la que los dos grandes habían puesto todo el interés tendrá como finalistas a dos equipos que ni siquiera están situados entre los diez primeros de la Liga. Al Zaragoza, que se llenó de méritos al eliminar a Barça y Madrid, le acompañará el Espanyol tras completar un recorrido mucho más benigno. Visto lo que se vio anoche en Riazor, el Espanyol resultó el finalista menos malo. Llegó con un gol de ventaja y le bastó con amurallarse ante un Deportivo que volvió a ser una pena. Su esfuerzo resultó encomiable. Su fútbol, una catástrofe.
Riazor combatió contra los malos presagios y contra la pesadumbre que le aqueja después de tantas semanas sin ver ganar al Depor. A despecho de todo eso, la gente hizo acopio de ánimo y se volcó con su equipo, al que tampoco se le podrá achacar que no mostrase la actitud que requería el partido. Al Depor no le faltaron voluntarismo, ni atención, ni deseos de rebelarse contra sus miserias. Le faltó, como casi siempre, el fútbol, una quimera inalcanzable para el conjunto de Caparrós.
DEPORTIVO 0 - ESPANYOL 0
Deportivo: Molina; Héctor, Coloccini, Juanma (De Guzmán, m. 89), Capdevila; Sergio, Duscher; Víctor, Munitis, Romero (Diego Tristán, m. 58); y Arizmendi (Xisco, m. 76).
Espanyol: Kameni; Zabaleta, Jarque, Lopo, Pochettino, Domi; Fredson, Costa, De la Peña (Juanfran, m. 89); Luis García (Ito, m. 78) y Tamudo (Pandiani, m. 65).
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Víctor, Costa, Duscher, Sergio y Zabaleta.
Riazor. Unos 28.000 espectadores. 2-1 en la ida. El Espanyol se clasifica para la final en la que se enfrentará al Zaragoza, el 12 de abril en Madrid.
Anoche el Depor trató de combinar más que de costumbre, trenzar un poquito el juego, evitar ese método paleolítico del bombardeo indiscriminado que se ha convertido en su deprimente seña de identidad. Fue sólo un esbozo de intenciones. Para jugar así necesitaría un buen pasador por dentro, que no lo tiene, o un par de jugadores con soluciones para desbordar por la banda, que tampoco los tiene. Cuando intentó tocar, acabó jugando hacia atrás, disuadido por su ausencia de recursos para superar el entramado del Espanyol. Así que acabó entregándose a lo de siempre, al pelotazo desde cualquier parte, al albur de que un balón suelto en el área obrase el milagro. Lo dramático es que el Depor tampoco tiene delanteros para aprovechar ese tipo de juego. Y finalmente todas sus opciones quedaron reducidas a los lanzamientos a balón parado, como la falta, un minuto antes del descanso, que lanzó Víctor, rechazó Kameni, y Munitis no pudo rematar bien ante la rápida reacción del portero.
El Espanyol no hizo otra cosa que agudizar la impotencia local poniéndose a cubierto. El plan de Lotina se ciñó a administrar su gol de ventaja con un cerrojo sostenido sobre una línea de tres centrales. Situó a De la Peña muy atrás, a la espera de que algún pase largo le brindase el contragolpe que estaba buscando. Pero a Lo Pelat no se le encendieron las luces y, durante la primera parte, la presencia del Espanyol en campo ajeno no fue mas allá de las esforzadas carreras de Luis García y Tamudo, que nunca desesperaron pese a la falta de suministros. El cuadro de Lotina apenas se asomó fuera de su guarida hasta entrada la segunda parte, cuando ya no tuvo más remedio que aceptar la invitación que le brindaba la incapacidad del Depor, por mucho que la camuflase con entusiasmo. Aparecieron por fin De la Peña y Tamudo, que disfrutó de su gran ocasión en un mano a mano ante Molina. Pero no tuvo que lamentarlo el Espanyol. Le bastó con no descubrirse ante los últimos intentos de un Depor que siguió sin apuntar una sola idea.
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