El 'calderón' de Grotowski
Si toda la poesía del mundo desapareciera, sería posible reconstruirla sobre la base de El príncipe constante", escribe Goethe en la carta que envía a Schiller en 1804, junto a un ejemplar manuscrito de la traducción que Schlegel acababa de hacer al alemán. Tanto apasionaba a Goethe esta obra que la leyó, interpretando él mismo todos los papeles, durante una reunión en casa de Johanne Schopenhauer, madre del filósofo. Pronto se decidió a ponerla en escena en Weimar: hizo una adaptación en cinco actos, y eliminó a Brito, el personaje gracioso. Dirigió los ensayos con batuta, para imprimir ritmos y crescendos al recitado, para ajustar el gesto. Vistió a los musulmanes a la turca y tocó al príncipe Don Fernando con cinco plumas de avestruz. Durante el estreno, al que asistieron Humboldt y Schubert, Goethe lloró. Esta obra maestra, escrita por Calderón cuando tenía 29 años, hizo que se ganara para siempre el patrocinio de Felipe IV, el rey teatrero. Johannes Schulze, autor del primer estudio crítico dedicado a una sola obra calderoniana, dice que El príncipe constante está inspirada en la Crónica de João Alvares sobre la expedición portuguesa contra Tánger, comandada en 1437 por Enrique el Navegante. Acabó en desastre. Fernando, hermano de Enrique, fue hecho prisionero: para su liberación, los moros pidieron que se les restituyera Ceuta, cabeza de puente portuguesa en su territorio. No se hizo y el príncipe murió cautivo en Fez.
Calderón narra esta peripe-
cia y hace del príncipe Fernando, su protagonista, un modelo de fe. Le da dos oportunidades de salvarse. El príncipe rechaza la primera, porque acarrearía la muerte de su liberador, un musulmán al que derrotó en combate y perdonó la vida, y que, todo nobleza, está dispuesto a pagar su deuda. También rechaza ser canjeado por Ceuta. El rey moro, que daba la operación por descontada, se enfurece con él y lo esclaviza. El hambre, la celda gélida y los trabajos forzados dejan a Fernando inválido: es un espíritu sin carne. Cuando las legiones cristianas acuden a liberarlo, muere y reaparece para guiarlas.
Fernando es símbolo de estoicismo, de libertad espiritual, de resistencia pasiva: ni cede, ni pacta, ni se somete al dictado del rey. Los románticos alemanes lo consideran símbolo del triunfo de lo eterno sobre lo terrenal. Wilhelm Grimm escribe a su hermano Jacob: "El príncipe constante me tiene más asombrado y emocionado de lo que había estado nunca. Une los valores griegos, cristianos y de todas las épocas en una imagen viva, fresca y puramente humana". ETA Hoffman lleva la obra a escena en Bamberg. Mendelsson compone música para acompasar las batallas del montaje de Immermann en Düsseldorf. Wagner no lee otra cosa mientras compone el primer acto de Tristán e Isolda.
Con su montaje de la obra de
Calderón, Jerzy Grotowski roza el cielo. Immermann presentó a Don Fernando como un hombre común que sufre una transfiguración. Hoffmann lo hacía aparecer, después de muerto, a los pies de Cristo. Grotowski lleva más lejos esta idea, e identifica al príncipe con el hijo de Dios: trabajando en estado hipnagógico, semidesnudo, Ryszard Ciéslak, protagonista de su montaje, encarnó "el acto total del actor", la simbiosis entre representante y representado. El arquitecto Jerzy Gurawski creó una arena rectangular, con un podium que era trono y altar del sacrificio. El trabajo de Ciéslak, próximo al éxtasis, estaba inspirado en su primera experiencia amorosa. Antes de empezar a ensayar, se aprendió el texto de modo que podía comenzarlo en cualquier punto. El príncipe constante catapultó a Grotowski fuera de Polonia: lo convirtió en el director vivo más influyente.
La compañía experimental Lenz Rifrazioni cierra su trilogía calderoniana con esta obra, que estrena internacionalmente el 17 de marzo en Almería, en las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro. En junio se presenta en el festival Clásicos en Alcalá. Maria Federica Maestri, codirectora de la compañía parmesana, identifica la figura del príncipe con la del artista que hace de su arte con su cuerpo. "La búsqueda de Fernando es estética", dice. "Su cuerpo es la página en blanco a través de la cual Dios escribe en lenguaje cifrado. Al elegir su propia muerte, una muerte lenta, cumple su destino artístico. Nuestra referencia es el body art. Pienso en Günter Brus, un artista extremo que atravesó el martirio buscando la autenticidad".
XXIII Jornadas de Teatro del Siglo de Oro. Almería. Hasta el 31 de marzo.
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