Feminismo de combate
La abogada Juana Aranguren ha vivido en primera línea la defensa de los derechos de la mujer en los últimos decenios
Con el mismo brío y sin perder nunca el buen humor con los que comenzó a militar en la Universidad de Deusto a principios de los años setenta, Juana Aranguren reflexiona sobre los avances y lo mucho que queda por hacer en el campo de los derechos por la mujer. "Nadie duda de que ha habido unas transformaciones legales importantísimas; y también unos cambios sociales notables. La percepción que tienen las mujeres jóvenes es que han alcanzado ya la igualdad: se ha conseguido el derecho al aborto y el divorcio; tienen derecho a trabajar, pueden salir por la noche; las relaciones sexuales son más libres, hay mucha menos represión..."
Pero milenios de cultura e imposición machista no terminan por la pelea de un siglo. Y entonces se presenta la tozuda realidad. "Esto lo explica muy bien la filósofa Amelia Valcarcel: antes te preparaban para la vida del matrimonio, la mujer sabía cuál era el papel que le tocaba, de sumisión, de sufrimiento. Ahora, las chicas se emparejan pensando que son iguales que sus parejas. Y entonces el batacazo es tremendo, porque la transformación de fondo no ha llegado, porque el chico sigue pensando que es ella la que tiene que atender las necesidades del hogar. Que la chica, además de trabajar fuera -porque eso es lo que se lleva-, tendrá que cuidar a su madre y a la de él, además de los hijos. Y sin rechistar. Entonces, todo estalla", explica.
Efectivamente, las mujeres se han incorporado al mundo del trabajo y de lo público, pero no han dejado por ello de realizar la gran mayoría del trabajo doméstico. "Según los estudios de Emakunde, lo más que realizan los hombres es bajar la basura. Sólo algunas privilegiadas comparten las tareas de casa [con su pareja], comenta Juana Aranguren, Sin embargo, aunque quedan muchos ámbitos en los que seguir luchando, el movimiento feminista languidece. "Parte de la explicación que el movimiento feminista se haya diluido en los dos últimos lustros", argumenta, "viene de que no nos hayamos dotado de unas estructuras adecuadas. El movimiento obrero tiene los sindicatos. Nosotras hemos funcionado de forma asamblearia, una práctica más enriquecedora y democrática, pero que sufre cuando la militancia baja. Por ejemplo, el movimiento feminista no se ha convertido en interlocutor en la ley de Dependencia, una norma que nos incumbe directamente".
Quizás por ello surgió Plazandreok, hace doce años, como una plataforma electoral que se presentaba a las elecciones municipales. Sus promotoras buscaban la participación directa del movimiento feminista en las instituciones. Su aparición tuvo gran notoriedad y crearon algunas expectativas -se consiguieron 2.500 votos en San Sebastián en las elecciones de 1995-, pero luego fue perdiendo fuerza. "Cuando montamos Plazandreok", recuerda Aranguren, "pensamos que iba a ser como una mancha de aceite. Cayó muy bien, todo el mundo se quería empadronar en San Sebastián para votarnos. Pero lo cierto es que [la competencia política y electoral] es una experiencia muy dura. Somos como la hormiga a la que van pisando los elefantes".
Aunque no obtuvieron concejales, su influencia ha sido notable. "Nuestra existencia ha beneficiado indudablemente a las chicas de los partidos políticos, incluso en el resto de España, que se dijeron: las mujeres no se tienen que presentar, porque nosotros ya les vamos a poner en puestos de salida". Y de ahí empezaron a surgir las leyes de paridad, los porcentajes mínimos de candidatos de uno y otro sexo en las listas electorales, etc. "Como plataforma municipal, queremos incorporar el punto de vista de la mujer a la organización de la ciudad. Y aunque no saquemos votos, somos un grupo de presión. La ciudad no es sólo del varón de raza blanca de 30 a 65 años que es el que trabaja y va en coche", recalca Juana Aranguren.
Y es cierto que se han conseguido grandes avances en la tarea de igualar derechos y responsabilidades, pero esta veterana feminista insiste en que no hay que relajarse, porque los tumbos que a veces da la historia pueden ser irreversibles. Así lo explica ella: "Hay que tener en cuenta que legislar es muy fácil. Y la historia no es lineal. Esos avances tan profundos que hemos vivido durante unos años provocan también olas de reacción. Como la que ahora vivimos. No tenemos más que observar a nuestro alrededor y fijarnos cómo crece esa corriente que reivindica que los niños tienen que estar con la madre, que la vida hogareña beneficia a las criaturas, que si la madre tiene que trabajar, que sea por unas horas, tal vez un poco de teletrabajo..." "Hay que estar en guardia", recalca, "porque todo lo que se ha avanzado se puede retroceder. Yo espero que no. Nosotras haremos todo lo posible para que eso no ocurra".
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