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Reportaje:

Entre la seguridad y la inversión

Al Gobierno de Washington le incomoda el fenómeno de la globalización cuando afecta al control de sus compañías

El desembarco en Estados Unidos de la compañía árabe Dubai Ports Worlds, que acaba de adquirir el negocio portuario de la británica P&O en una treintena de países, está creando una gran tormenta política en el Capitolio con importantes consecuencias comerciales. La Casa Blanca autorizó en un primer momento la operación. Pero ante el la oposición de los congresistas (senadores y representantes), la compañía de Emiratos Árabes, atemorizada por el posible bloqueo político, pidió a la Administración de Bush que reexaminara la compra para despejar la inqueitud pública sobre la seguridad. Este enfrentamiento podría acabar sentando un peligroso precedente que sirva para justificar en el futuro el bloqueo del flujo de capital extranjero.

Los economistas temen que una reacción excesiva del Congreso convierta a las agencias que aprueban las inversiones en una herramienta proteccionista
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DP World operará en 11 terminales gestionadas hasta ahora por P&O en los puertos de Baltimore, Filadelfia, Miami, Nueva Orleans, Newark y Houston, según datos oficiales del Departamento de Seguridad Nacional, que no citan la ciudad de Nueva York, donde P&O cuenta con terminales para cruceros. A partir de este detalle técnico, el debate en Washington está siendo hasta ahora más emocional que basado en hechos. Y el recurso fácil a la amenaza terrorista como argumento político para justificar determinadas decisiones se le está volviendo en contra ahora a la Casa Blanca.

Emiratos Árabes Unidos apareció citada en los informes de inteligencia de la CIA como uno de los países que apoyaba a la organización terrorista Al Qaeda y al régimen talibán antes de los ataques suicidas del 11-S. La Casa Blanca le considera ahora un país aliado y clave en la guerra global contra el terrorismo. Pero el argumento de la seguridad ensalzado por republicanos y demócratas para oponerse a la operación le está poniendo muy difícil a la Casa Blanca vender la operación entre los electores, que en otoño pasarán por las urnas para elegir a sus representantes.

Los críticos también ponen en evidencia el origen estatal de DP Worlds, frente al privado de P&O. En este punto, la disputa entre la Casa Blanca y el Congreso recuerda la presión política que tuvo que soportar la petrolera china Cnooc en Estados Unidos para hacerse con el control de Unocal, que al final optó por retirarse de la puja y su negocio quedó en manos de ChevronTexaco. El ejecutivo y el legislativo coincidieron en este caso en la necesidad de alejar su sector energético de las manos inversoras extranjeras de países como China, India o de los países productores de petróleo en Oriente Próximo, que disponen de gran volumen de efectivo para ir de compras por el sector corporativo de Estados Unidos.

Examen público

Este tipo de operaciones requieren para ser autorizadas de la aprobación de las 12 agencias gubernamentales que integran el Comité de Inversiones Extranjeras (CFIUS), que lidera el Departamento del Tesoro junto a los de Seguridad Nacional, Defensa, Estado y Comercio. Desde 1988, el panel evaluó más de 1.500 transacciones, de las que 25 fueron examinadas con detenimiento y una decena elevadas al Despacho Oval. El CFIUS revisó 65 operaciones en 2005, entre las que destacó la luz verde a la compra del negocio de ordenadores personales de IBM por parte de la tecnológica china Lenovo, transacción que suscitó recelos en Washington ante el temor de que los chinos pudieran utilizar la compañía para operaciones de espionaje industrial.

El ala más crítica del Congreso considera ahora que la revisión que hace este órgano desde el punto de vista de la seguridad es débil y quieren aprovechar la controversia del caso DP Worlds para que se refuerce este aspecto. Pero los economistas temen que una reacción excesiva de los legisladores convierta el panel en una herramienta proteccionista que se utilice para poder bloquear el libre flujo de capitales, lo que podría acabar pasando factura a la economía de Estados Unidos, que con un déficit comercial de 725.750 millones de dólares en 2005 necesita del capital extranjero para poder financiar sus desequilibrios.

Más allá de los casos concretos protagonizados por la árabe DP Worlds y la china Cnooc, los analistas en política internacional de la Brookings Institution consideran que son la muestra de que a Washington le incomoda el fenómeno de la globalización cuando le afecta a sus empresas. Y recuerdan en este sentido los obstáculos a los que se enfrenta la conclusión de un acuerdo de cielos abiertos entre Estados Unidos y la UE, por las reticencias de Washington a que el capital de las grandes aerolíneas estadounidenses caigan en manos europeas. "Existe una apreciación equivocada sobre cómo debemos integrarnos con el resto del mundo. Simplemente se rechaza. No queremos ser vulnerables", concluyen.

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