De la pantalla a la realidad
No llevan bastón ni bombín, ni tampoco visten ropa interior propia del siglo XIX y ni tampoco Beethoven está dentro de sus aficiones musicales favoritas. Son aparentemente normales, pueden vivir con nosotros o en la puerta de al lado y ningún signo exterior les diferencia de los demás chicos. ¿Qué estamos haciendo para que estén surgiendo tantos grupos de jóvenes que disfrutan causando dolor a otras personas y quieran prolongar el disfrute de tanto sadismo grabando sus actos violentos? ¿Por qué La naranja mecánica ha saltado de la pantalla a la realidad? Es muy fácil culpar a la sociedad, como si la sociedad fuera algo ajeno a nosotros. Quizá, los padres de hoy, renegando de la actitud dictatorial de los padres del pasado, nos hayamos pasado en la frenada para acabar cayendo en la dictadura de los hijos. Quizá, con nuestra actitud demasiado permisiva, hemos conseguido que la adolescencia, edad tradicionalmente transgresora, tenga que ir demasiado lejos para obtener la emoción de quebrantar las normas sociales. Quizá tanta violencia acompañada de realistas efectos especiales en cine, televisión y videojuegos hayan conseguido insensibilizar a muchos jóvenes y hacer que no distingan bien la ficción de la realidad. Si Stanley Kubrick levantara la cabeza...
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