Una familia estalla
Eugene O'Neill comenzó a escribir para la escena cuando el melodrama era el rey de los géneros teatrales en Estados Unidos. El padre de Eugene, James O'Neill, actor de origen irlandés, llevaba años malgastando su talento en El conde de Montecristo, espectáculo de éxito arrollador. Siempre andaba de gira y sus hijos, que apenas le veían, empezaron a detestarle. Al alcanzar la mayoría de edad, Eugene se dio a la aventura: buscó oro en Honduras, viajó a Argentina y a Suráfrica en barcos mercantes, y contrajo la tuberculosis. Durante su convalecencia leyó a Strindberg: en sus dramas se reconoció, y reconoció a su familia. Probó a escribir con la misma pegada. El ambiente marinero de Rumbo a Cardiff, su primera pieza estrenada, encontró un escenario ideal: el Wharf Theatre, viejo embarcadero lamido por la marea. Poco a poco, Eugene O'Neill (1888-1953) se fue abriendo camino. Ensayó el expresionismo, el monólogo interior, el teatro de máscaras, la tragedia y el drama-río, en cuyos entreactos se daba de cenar al público. Las obras mejor consideradas por la crítica, las compuso como despedida y cierre de su carrera: Llegó el vendedor de hielo (The Iceman Cometh), Una luna para el bastardo y Largo viaje hacia la noche, todas de corte realista. El 9 de marzo el Teatro de la Abadía produce un montaje nuevo de esta última, con dirección de Àlex Rigola.
Largo viaje... es un ajuste de cuentas de O'Neill con su familia. Sus protagonistas son él, sus padres y su hermano mayor, que aparecen con el apellido cambiado, pero donde dice "Tyrone" debe leerse "O'Neill". Están pasando el verano en su casa de Las Trampas (California). Hablan pero no se entienden: se golpean con cada palabra, se dejan llevar por la inercia. Su relación está profundamente viciada. James padre y James hijo, que también era actor, tenían debilidad por la bebida. Ella Quinlan, la madre, se hizo adicta a la morfina durante el parto de Eugene: el médico no le advirtió del peligro. La mujer no levantó cabeza.
O'Neill es un autor desmesurado: se le suele colocar en la estela de Strindberg, en la de Ibsen. Tampoco él fue profeta en su tierra. Muchas de sus piezas se representaron en Suecia antes que en Estados Unidos. Es el caso de Largo viaje hacia la noche
. Cuando recibió el Nobel de Literatura, O'Neill estaba de capa caída: entre 1934 y 1945 no se estrenó ninguna obra suya en Estados Unidos. En 1946 se puso en escena Llegó el vendedor de hielo, que fue un fracaso. Escaldado, dispuso que Largo viaje... reposara en un cajón durante los cinco lustros siguientes a su muerte. Pero cuando en 1953 leyó las reseñas, excelentes, del estreno en Estocolmo de Una luna para el bastardo, decidió dar al Dramaten, el teatro real sueco, los derechos de aquella pieza.
Muerto O'Neill, Carlotta, su
esposa, no permitió que el Dramaten cortara una sola palabra del texto de Largo viaje hacia la noche: la función duraba cuatro horas y media. Bengt Ekerot, su director, reunió a los Tyrone en un escenario cuasi naturalista, sentados en torno a una mesa, y mostró cómo se transfiguraban. Hizo un trabajo redondo. En el centenario del nacimiento de O'Neill, el Dramaten encomendó a Ingmar Bergman otro montaje. El director de Fanny y Alexander creó un universo irreal situando a los actores en una plataforma negra suspendida en medio de la oscuridad, en la nada. Una caja acústica devolvía al espectador hasta el más leve de los susurros. William Layton y Miguel Narros, autores de la celebrada puesta en escena que se presentó en el Teatro Español ese mismo año, hicieron de Jamie Tyrone, el hermano mayor, un chico noble. Luego rectificaron su enfoque. El primer montaje neoyorquino lo protagonizó Fredrich March. En Londres, Laurence Olivier convirtió a James Tyrone en el arquetipo del actor consagrado a su trabajo: un hombre encantador que se olvida de los suyos. Àlex Rigola promete una versión aligerada de texto: un escenario giratorio mostrará todos los ángulos de la escenografía.
Largo viaje hacia la noche. Madrid. Teatro de la Abadía. Del 9 de marzo al 7 de mayo.
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