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ETA comete su segundo atentado en 24 horas al colocar una bomba en Mutriku

La policía cree que los terroristas actúan en el límite de provocar víctimas

En menos de 24 horas, los etarras han colocado dos bombas en Euskadi. A las nueve de la noche de ayer hizo explosión un artefacto en el Instituto Social de la Marina de Mutriku (Guipúzcoa). Aunque en Mutriku los terroristas avisaron media hora antes, la policía cree que ETA "incrementa los riesgos de provocar víctimas al no avisar previamente", modus operandi> seguido en cinco de las 12 bombas de 2006. El consejero vasco de Justicia, Joseba Azkarraga, dijo ayer estar convencido de que el Gobierno y ETA "han alcanzado un principio de acuerdo".

El atentado de ayer provocó la repulsa de los partidos democráticos. El ministro del Interior, José Antonio Alonso, hizo un llamamiento a la unidad de las fuerzas políticas e indicó que el Gobierno se mantendrá "inflexible en la lucha contra el terrorismo". Por su parte, Azkarraga expresó su confianza de que haya una inminente declaración de tregua, porque dijo estar convencido de que la banda terrorista y el Gobierno "llevan tiempo hablando entre ellos" y han alcanzado ya "un principio de acuerdo", informa Europa Press. "Posiblemente lo único que falta es la forma de materializar, de dar a conocer públicamente que hay un principio de acuerdo", manifestó.

En la bomba colocada contra el juzgado de paz de Mungia el lunes, la policía no pudo acordonar la zona en los 15 minutos que transcurrieron desde que una vecina descubrió el artefacto y la explosión de los cinco kilos de amosal. En el caso de Mutriku (Guipúzcoa), la policía, tras certificar la existencia de una mochila junto al Instituto Social de la Marina, pudo asegurar la zona y desalojar las viviendas cercanas.

De las 12 bombas que la organización terrorista ETA ha colocado desde el 1 de enero -en las que ha empleado unos 155 kilos de explosivo-, en cinco de ellas los activistas no avisaron previamente. Salvo la colocada en un transformador eléctrico en Huesca, a principios de enero, de escasísima potencia y en una zona no urbana, en las otras cuatro ETA "estuvo en el límite" de poder provocar víctimas mortales, según la policía. De hecho, en dos de ellas -la colocada contra una oficina del Inem en Bilbao el pasado 29 de enero y la del juzgado de paz de Mungia de esta semana- la onda expansiva provocó heridas leves a dos ertzainas y a un agente municipal.

En el comunicado consensuado ayer en el consistorio vizcaíno de Mungia entre todos los partidos con representación, leído por el alcalde, José Antonio Torrontegui (PNV), se condenó también el ataque: "Solamente puede hacer estas cosas gente inconsciente y a la que no le importa en absoluto la vida, la salud y la libertad de los vascos".

El ertzaina herido, que ayer relató al consejero Javier Balza cómo fue literalmente sorprendido por la onda expansiva cuando intentaba colocar un cordón de seguridad, fue dado de alta del hospital de Cruces; y el policía municipal que resultó herido en una pierna por cortes fue curado en el ambulatorio la misma noche. El otro atentado en el que los terroristas corrieron un riesgo añadido al no avisar fue con la potente bomba (casi 15 kilos de cloratita reforzada) que reventó el juzgado de Balmaseda el 26 de enero. La bolsa que contenía el explosivo, que como en muchos atentados realizados por los dos comandos que los expertos antiterroristas sitúan ahora mismo en Euskadi llevaba encima la leyenda Peligro bomba, explotó a las 7.15. El juzgado está en las inmediaciones de la estación del ferrocarril que une esa localidad vizcaína con Bilbao y el horario de salida del tren es a las 7.20.

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¿Por qué corre ETA estos riesgos y sitúa el hipotético proceso de paz "al borde del abismo", como en alguna ocasión ha definido el consejero de Interior, Javier Balza?

Las fuentes policiales consultadas no se atreven a dar una única respuesta. Junto a la evidente razón operativa de limitar al máximo las pistas que pueda dejar un terrorista al avisar telefónicamente de la colocación de un explosivo, está la de ampliar al máximo en la sociedad la sensación de terror. "¡Como si fuera suficiente con poner letreros en las mochilas para evitar su mortal carga explosiva!", denunciaba ayer el sindicato independiente de la Ertzaintza Erne.

Los responsables de Interior de los Gobiernos central y vasco, con todo, huyen oficialmente de cualquier explicación en términos de acumulación de fuerzas para un hipotético proceso negociador, algo que políticos vascos sí apuntan. "No pueden dar la sensación de ir hacia una negociación a la baja", añaden fuentes socialistas. Los expertos antiterroristas, ajenos a esas interpretaciones, analizan lo que ETA dice y hace, y ahí, comenta la parte vasca, "no se ha movido ni un ápice" o sigue "sin variaciones, operativa y atentando".

El alcalde de Mungia, José Antonio Torrontegui (PNV), lee un comunicado de condena del atentado, detrás de una pancarta con el lema, en euskera, <i>Necesitamos la paz</i>.
El alcalde de Mungia, José Antonio Torrontegui (PNV), lee un comunicado de condena del atentado, detrás de una pancarta con el lema, en euskera, Necesitamos la paz.F. DOMINGO-ALDAMA

Implicado en tres muertes

La Ertzaintza (policía vasca) atribuye al presunto activista de los GRAPO detenido en la noche del domingo en Bilbao, Israel Torralba, la muerte del policía asesinado en Carabanchel el 17 de noviembre de 2000 Javier Sanz Morales y la de dos vigilantes jurados que fueron abatidos en el robo de un furgón blindado en Vigo ocurrido en mayo de ese año. Torralba, que pasará hoy a disposición de la Audiencia Nacional, está implicado en cuatro asaltos y en la colocación de una decena de bombas, según fuentes de la investigación.

Tras los primeros interrogatorios del lunes, la Ertzaintza ya dio por descartada la implicación del detenido en el asesinato de la esposa de un empresario de Zaragoza, reivindicado por los GRAPO, pese a que el marido de la víctima había reconocido a Torralba como uno de los que disparó el pasado 6 de febrero. Torralba, que fijó su residencia en Bilbao en 2001, dijo a la policía que para entonces había sido expulsado de la banda por su adicción a la bebida.

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