Potaje verista
El retorno al Liceo de María del Carmen tras casi cuatro décadas de ausencia -se representó por última vez en 1967- no cambiará gran cosa el torcido destino de la primera ópera de Enric Granados. Aunque nació con buen pie -obtuvo una buena acogida tanto en su estreno absoluto, en 1898, en el teatro Parish de Madrid, como en su estreno barcelonés, al año siguiente, en el teatro Tívoli-, el paso del tiempo ha rebajado con dureza sus posibilidades de supervivencia en el repertorio. Granados puso mucho entusiasmo al cocinar su primer gran plato operístico, echando en el puchero gruesas tajadas de verismo, wagnerismo y folclor popular para dar mayor credibilidad a un dramón rural. Y le salió un potaje verista de no fácil digestión en nuestros días.
María del Carmen
De Enric Granados. Libreto de Josep Feliu i Codina basado en su drama homónimo. Intérpretes: Ana María Sánchez, Albert Montserrat, David Pittman-Jennings, María Rodríguez, Stefano Palatchi, Joan Martín-Royo, Josep Fadó, Viçenc Esteve Madrid, Enric Martínez-Castignani. Coro y Orquesta del Liceo. Director musical: Josep Caballé-Domenech. Versión de concierto. Teatro del Liceo, Barcelona, 19 de febrero.
El libreto de Josep Feliu i Codina es puro cartón piedra -una suerte de tragedia rural ambientada en la huerta murciana, con final feliz-, pero contiene algunas escenas de suficiente calado dramático que, a pesar del débil andamiaje teatral, habrían ganado lo suyo en versión escénica. Hay aciertos musicales en el uso y recreación de canciones y ritmos populares, pero cuesta soportar la imposible fusión que ensaya Granados al intentar unir el recitativo de tipo wagneriano con el argot murciano.
Josep Caballé-Domenech defiende la obra con energía y, aunque se nota la falta de ensayos en el rendimiento de orquesta y coro, mantiene el aliento lírico y el vigor dramático de una partitura que seduce a ráfagas, especialmente en los remansos líricos, cuando el talento melódico de Granados emerge entre las densidades, a veces wagnerianas, del lujurioso ropaje orquestal.
Escritura vocal dura
Los cantantes -muy buen reparto, integrado por voces españolas, a excepción del barítono estadounidense David Pittman-Jennings- aprovechan las no demasiado abundantes posibilidades de lucimiento en una obra de escritura vocal dura, inclemente y poco agradecida. En muy buena forma vocal, y visiblemente más delgada, la soprano Ana María Sánchez defiende el papel titular con gran sensibilidad lírica y sentido dramático. Los dos personajes que luchan por su amor, David Pittman-Jenning (Pencho) y el tenor barcelonés Albert Montserrat (Javier) se entregan a fondo, con un canto vehemente, poco rico en matices, pero servido con generosos agudos. Impecable labor del bajo Stefano Palatchi (Domingo), la soprano María Rodríguez (Fuensanta) y el barítono Joan Martín-Royo (Pepuso) en un reparto sin fisuras en el que brillan, por solvencia y musicalidad, el barítono Enric Martínez-Castignani y los tenores Viçenc Esteve Madrid y Josep Fadó.
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