Zaragoza gana 10 años
En las últimas semanas, el destino de la producción automovilística española, que equivale al 6% del PIB nacional, ha dado un vuelco considerable y para bien. General Motors ha confiado la construcción del nuevo modelo Meriva a la planta española en la localidad de Figueruelas, en Zaragoza. La decisión es significativa en unos momentos en que asistimos a un proceso generalizado de deslocalización de la industria automovilística, en favor casi siempre de los países del este europeo: por esa vía se han perdido en los dos últimos años 42.000 empleos en Europa occidental. Pero es relevante también por coincidir con una difícil situación empresarial de la General Motors, que en noviembre pasado anunció la eliminación de 30.000 empleos y que está ajustando costes en todas sus factorías.
El compromiso garantiza la continuidad de la planta y su plantilla durante al menos una década. Para ello, la filial española de General Motors ha tenido que superar un complejo examen de carácter económico, financiero y laboral antes de que la matriz decidiera que era más rentable para sus intereses apostar por la productividad española y la rentabilización de la costosa infraestructura de la planta zaragozana que fiar la calidad del nuevo coche a países con menores costes laborales.
Las noticias favorables no acaban ahí. La firma japonesa Nissan ha decidido fabricar camiones ligeros en Ávila, y la francesa Renault ha llegado a un acuerdo con los sindicatos para producir el nuevo modelo Clio en Valladolid. Con estas decisiones, la producción automovilística española, incluyendo la industria auxiliar, parece esquivar las previsiones más negativas del último periodo, aunque el problema de la deslocalización seguirá siendo una amenaza latente.
El desarrollo acelerado de las economías del centro y este de Europa se está traduciendo ya en subidas salariales más rápidas que en esta parte del continente, por lo que a no muy largo plazo esa ventaja de nuestros competidores amainará; pero vienen detrás países como India y China, cuyos costes laborales estarán por debajo durante mucho tiempo. Sin embargo, en un mercado globalizado, las decisiones no siempre se adoptan según criterios unidimensionales de coste laboral. Juegan también otros factores y pesan otros cálculos que pueden compensar esa desventaja comparativa.
El principal rival de Zaragoza era una factoría situada en Polonia, con costes laborales más bajos. Pero una combinación entre compromiso de moderación salarial de los sindicatos, buena gestión de los directivos españoles y entorno institucional favorable ha inclinado la balanza del lado de la planta aragonesa. No es una garantía para siempre, pero sí una tregua para al menos diez años.
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