¿Quién le protege?
Hoy he podido observar, durante mi trabajo cotidiano como enfermera y mientras visitaba a un enfermo en su domicilio, la pérdida de la dignidad humana junto a una cama: se le realizaba el baño diario por una auxiliar de enfermería de los servicios municipales.
De pie, paralizada por la indignación, he sentido deseos de llorar, asistiendo a la pérdida de la intimidad, a la pésima movilización de un ser humano cuyo malestar no podía manifestar.
Ante mi protesta, cuando pude articular palabra, por la falta de respeto y delicadeza cuando se aseaba a este pobre hombre demente, desorientado, con incapacidad para moverse por sí solo, la auxiliar responde que ella es titulada y tan sólo dispone de media hora para la realización de dicha actividad.
Mi pregunta hacia ella es si sabe el significado de intimidad, de dignidad humana y, si es consciente de la vulnerabilidad del enfermo. Continúo exponiéndole el supuesto caso de estar ella en situación similar y recibir el cuidado con la misma delicadeza y respeto que ella ofrece al paciente.
No hay respuesta.
Supongo, y me apeno por ello y por la desconfianza que siento, que esta situación no es aislada.
Deseo, finalmente, que esta carta consiga una reflexión colectiva sobre los cuidados diarios que reciben las personas discapacitadas por la enfermedad, que han perdido el poder de toma de decisiones y cuyo responsable o responsables de ellos queden muy agradecidos porque su familiar, al menos, está "limpio".
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