Lenguaje
Hay una clásica distinción entre información y persuasión como elementos definitorios de los lenguajes periodístico y político, respectivamente. Una distinción que ahora mismo se ve maltratada por la deriva impuesta en el discurso público desde la beligerante táctica de oposición de la derecha española. A causa de ello la función persuasiva del lenguaje político se convierte en mera crispación y el lenguaje periodístico se ve arrastrado, a su vez, hacia un chirriante barullo. En ese camino feroz trazado con brocha gorda, obviamente, se diluyen matices y ecuanimidades, se pierden sutilezas y se funden los plomos de la inteligencia social. La inflamación habitual de los diputados del PP, farisaicamente indignados por acciones gubernamentales que su partido ha practicado anteriormente sin rubor alguno, alcanza en ocasiones cimas de paroxismo. El otro día, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, el parlamentario valenciano Vicente Martínez Pujalte se despachó a gusto contra el también valenciano vicepresidente Pedro Solbes y contra el ministro de Industria, José Montilla, al acusarles de haber maquinado para alterar el precio de las cosas y haber amenazado a los accionistas de Endesa ante la OPA lanzada por Gas Natural. Solbes, un hombre tan flemático que parece que haya nacido en Londres y no en El Pinós, se limitó a responder: "Nunca había oído decir tantas tonterías juntas en tan corto espacio de tiempo". Pero el presidente de la Cámara, Manuel Marín, fue más lejos e invitó al diputado a retirar unas palabras que no eran otra cosa que acusaciones de delitos. Y Pujalte, como un niño que acaba de perpetrar una trastada, alegó que no pretendía ofender, dado que había hablado "en términos políticos". La disociación moral es llamativa: el lenguaje de la política, con todas sus truculencias, permite decir cosas que uno no es capaz de sostener en su condición de ciudadano sin asumir las consecuencias. De la inmunidad a la impunidad hay sólo un paso en la movida gamberra de esta oposición a Rodríguez Zapatero que ha perdido todos los escrúpulos. Al paso que vamos, cualquier día, un diputado se levantará de su escaño y le espetará a otro: "Señoría, es usted un imbécil, hablando en términos políticos, naturalmente".