Canicas
¿Quién no le tiene cariño a las canicas, compañeras de tantos juegos de infancia? Y para algunos, además, protagonistas de las clases de estadística de la primera juventud, donde aprendíamos que si uno mete en una bolsa un montón de canicas negras y otras tantas blancas, las agita para que se mezclen bien y extrae 135 bolitas al azar, sacará, con una seguridad del 99%, entre 53 y 82 bolitas de cada color. Unas veces más de unas, otra veces más de otras, pero muy rara vez fuera de esa horquilla. Todo muy académico, todo muy correcto, todo muy inútil...
Porque verá, en Cataluña vivimos casi siete millones de personas. Eso son muchas canicas. Pero somos de muchos colores. Cerca de la mitad tenemos por lengua materna el castellano. Una proporción similar, llevamos un apellido acabado en zeta. Ya sabe: López, Fernández, Gómez... Somos todas diferentes, somos todas iguales: cada una de su color, pero todas canicas redondas, pulidas, indistinguibles para una mano que nos escoja al azar. Sin embargo, si uno saca 135 canicas al azar, por ejemplo mediante unas elecciones al Parlament de la Generalitat, ¿sabe cuántas tienen esa zeta cerrando alguno de sus apellidos? Sólo 11. ¿Y sabe cuántas de ésas al menos 53 de las cuales debieran tener el castellano por lengua materna, lo utilizan en el Parlament? Ni una sola. No sabría cómo explicarlo, y eso que no falté ni un día a clase, lo prometo.
Le cuento todo esto para que se tranquilicen si ustedes tampoco acaban de entender todo este follón en torno al derecho a recibir la primera educación en la lengua materna. Sí, es cierto que la ley catalana de política lingüística garantiza ese derecho. Sí, es cierto que del orden de la mitad de los más de 300.000 niños que reciben hoy en Cataluña su primera educación tienen por lengua materna el castellano. Sí, es cierto que la Unesco recomienda que se eduque a los niños en la lengua materna, porque según puede leerse en su página web, "contribuye a la obtención de mejores resultados escolares y estimula el desarrollo cognitivo y la capacidad de aprendizaje", ahí es nada. Así que sí, uno supondría que serían cientos, miles, decenas de miles, los padres que escogerían la educación en castellano para sus hijos. Pero ya sabemos todos que son "un número insignificante", que decía Carles Mundó recientemente a su periodista.
Y es que ya ni de las canicas puede fiarse uno...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.