El 'new media art' se consolida en la feria Arco de Madrid
Las propuestas más experimentales vuelven a estar reunidas en el programa BlackBox@Arco
Ya no son los años de la curiosidad ni los de la explosión. Las tecnologías digitales se han ido infiltrando en el mundo de las artes plásticas, a menudo amoldándose tanto a los imperativos de la creación como del mercado, hasta recortarse un espacio que se consolida año tras año. Así se demuestra en la 25ª edición de Arco, feria de arte contemporáneo que empeiza hoy en Madrid.
La mayoría de los 12 proyectos de BlackBox exploran las diferentes posibilidades de la interactividad, la característica que ha revolucionado la relación del espectador con la obra de arte. Regresan las dos galerías triunfadoras del año pasado: la austriaca Gima con una pieza de software art de Dominik Eggermann. El público participa en la construcción de una estructura vegetal digital, y la neoyorquina Bitforms con una instalación interactiva de George Legrady, basada en una proyección que el visitante activa y modifica.
Tras el éxito de ventas de la pasada edición, Bitforms vuelve también en el programa general con un stand donde el arte interactivo se mezcla con un amplio abanico de aplicaciones tecnológicas, como las películas de Michael Grey, los dibujos basados en algoritmos de James Paterson y los collages de Lynn Hershman (12.000 dólares).
Entre las obras interactivas destacan Branch (50.000 dólares), una instalación de Lincoln Schatz, que capta imágenes de su entorno y las mezcla en tiempo real con las del espectador; kk3_skyline (18.500 dólares) de Mark Napier, basado en una réplica del Empire State Building que se va destruyendo en un proceso controlado por el público y un software creado por el propio artista; y Entanglement (65.000 dólares) de Rafael Lozano-Hemmer, que consiste en dos neones situados en ciudades distintas vinculados a través de Internet, que reaccionan de la misma forma a las intervenciones de los espectadores de los dos lugares.
Si los vídeos y las fotografías basadas en técnicas digitales han literalmente invadido la feria, las obras más experimentales están aún lejos de normalizar su presencia en un ámbito de mercado. Una de las raras galerías que se atreven con el new media art es la mexicana Emma Molina con Sequencer (5.000 euros), un software del cubano Iván Abreu, que permite realizar performances audiovisuales a partir de los conocimientos del programa sobre arte.
Volviendo al BlackBox, el visitante puede manipular las imágenes proyectadas por Shilpa Gupta en las paredes de la galería Bose Pacia Modern de Nueva York y participar en el proyecto del croata Dan Oki (C.A. Galerija), que permite editar su propia película a partir de la historia de amor y muerte de unos astronautas que regresan a la tierra con una extraña enfermedad.
En cambio, la contribución del visitante a la pieza de Jenny Marketou (Ashley Gallery) es completamente involuntaria, ya que sus movimientos son espiados, grabados y retransmitidos en Internet en tiempo real por unas cámaras de vigilancia ocultas en globos de helio.
El brasileño Eduardo Kac combina sus investigaciones de ingeniería genética con una reflexión sobre el concepto de escultura en Time Capsule, una instalación basada en una performance que el artista llevó a cabo en 1997, implantándose un microchip en la pierna.
ARCO: www.arco.ifema.es
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