Mario Gas instala en el Real un 'L'elisir d'amore' mussoliniano
El director de escena traslada la ópera de Donizetti a la Italia fascista
El juego del amor, los líquidos, y más cosas, que hizo surcar Gaetano Donizetti con Una furtiva lágrima en su ópera L'elisir d'amore llegan a partir del domingo, y hasta el 28 de febrero, al Teatro Real, con el montaje que Mario Gas sitúa en la época de Mussolini. Entre las atracciones del gran título belcantista: el debú de Ruggero Raimondi en el papel de Dulcamara, acompañado en el reparto por Patrizia Ciofi y Antonino Siragusa.
Una ópera tan mítica como repetida, tan típica como reinventada en escena, tan simpática como inagotable, regresa al Teatro Real como uno de los títulos que más veces se han visto y escuchado en la historia del coliseo. Según Antonio Moral, director artístico, 67 veces se ha representado L'elisir d'amore en dicho escenario.
Vuelve ahora con Maurizio Benini como director musical y con esa visión de Mario Gas, adaptada a la Italia fascista, que se presentara por primera vez en el Grec de 1983 en Barcelona. "Fue un éxito inesperado en su momento, luego también estuvo en el Liceo, en Peralada y de gira por el extranjero. Muestra cómo en un pueblo anodino de Italia se producen dos acontecimientos que alteran toda la vida del lugar: la entrada de unos soldados y la llegada de un hombre con un elixir que provoca el enamoramiento de los protagonistas", contaba ayer Gas, rodeado de parte del reparto, con Siragusa y Ciofi, que se alterna con Mariola Cantarero en el segundo reparto, pero también con Ruggero Raimondi, que debuta en esta ópera.
El veterano bajo barítono está encantado con el montaje de Gas: "Es de las pocas veces que el público puede ir a la ópera a disfrutar, sentarse y pasarlo bien, sin psicodramas", afirma Raimondi. Su personaje es un pícaro vendeburras, que proporciona el secreto de la felicidad a quien se lo quiera comprar. "Es un loco que llega con vino de Burdeos y emborracha a la pareja para que se enamore. Me estoy divirtiendo muchísimo con esta lectura".
Mario Gas justifica su visión con recuerdos de su niñez en la Barcelona franquista: "Había personajes y vendedores en la calle que ofrecían todo tipo de remedios. Cuando vives en una sociedad fascista, tienes predisposición a creer en ciertas cosas", asegura el director de escena.
El maestro Benini quiere sacarle partido a la partitura belcantista: "La dificultad de esta ópera está en los contrastes y en los equilibrios. No dejar que la melodía se imponga constantemente. Además, una orquesta del XIX tenía menos potencia que una moderna y por tanto hay que equilibrar la relación entre los instrumentos y las voces.
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