Casadas y compañeras de equipo
Cathy Boswell juega como española en la Liga gracias a su matrimonio con Silvia Lara
De la forma más inocente, la badalonesa Silvia Lara y la estadounidense Cathy Boswell han revolucionado el baloncesto femenino español. Acogiéndose a la nueva ley de matrimonios entre personas del mismo sexo, se casaron en diciembre. Un simple hecho que ha permitido a Cathy obtener el pasaporte español y todos los derechos de un ciudadano comunitario.
La historia no habría tenido más trascendencia si no fuera porque, hace poco más de una semana, necesitado de jugadoras, el Olis Sóller, de la Liga femenina 2, pidió a Cathy (43 años) que dejase de ejercer como preparadora física, se calzara de nuevo las zapatillas y les ayudara en la cancha.
Cathy, que, lastrada por sus problemas de rodillas, se había retirado una temporada atrás, después de 22 de currículo brillantísimo, en el que se incluye el título olímpico obtenido con Estados Unidos en Barcelona 92, no se lo pensó. Su matrimonio con Silvia le había concedido el derecho a jugar sin ocupar plaza de extracomunitaria -en la Liga femenina 2 sólo puede hacerlo una- pese a haber nacido en Estados Unidos. De modo que se incorporó a la disciplina del equipo. Entonces, alguien se extrañó de tal posibilidad, indagó y publicitó el hecho: el baloncesto español tenía en ella a la primera jugadora que ha obtenido la nacionalidad a través de un matrimonio homosexual.
"Si yo tuviese 23 o 33 años, aún se podría pensar que me casé por el pasaporte, pero ya estoy retirada y ahora sólo echo una mano", aclara Cathy por si existe alguna sospecha. "Nosotras no nos casamos para que Cathy pudiera jugar", insiste Silvia; "lo hicimos porque ya éramos pareja de hecho y queríamos tener un respaldo legal y los derechos que tiene todo el mundo".
Tanto es así que su verdadera boda se celebró el 2 de julio, un días antes de que la norma entrase en vigor. "Nosotras ya habíamos decidido casarnos simbólicamente antes de que se aprobase la ley", cuenta Silvia; "así que la aprobación nos alegró mucho, pero no varió nuestros planes".
En Palma, en el campo y rodeadas de 130 invitados, entre los que se contaban, por supuesto, sus compañeras de equipo, Silvia y Cathy, vestidas de manera informal, intercambiaron alianzas y se dieron el sí ante una amiga que hizo las veces de oficiante. Después lo celebraron con una macrofiesta hasta altas horas de la madrugada. "Fue divertidísimo. Hubo gente que se quedó a dormir en tiendas de campaña", recuerda Silvia, de 31 años y licenciada en magisterio.
Un día después, la ley entraba en vigor y Silvia y Cathy iniciaban los trámites de unos papeles que acabaron firmando el 20 de diciembre en el juzgado y que daban oficialidad a su unión. "No nos costó nada dar el paso. Lo hicimos como algo natural, sin pensar en la trascendencia que podría tener", dice Silvia, que conoció a Cathy hace cinco años, cuando ambas jugaban en la Liga nacional, entonces como rivales. Al curso siguiente coincidieron en el Jovent y ahí comenzó su relación. Pero su profesión las llevó por España y Europa -Silvia se fue a Francia y Cathy a Grecia- y las separó hasta que, en 2005, Cathy dejó el baloncesto activo y se instaló en Palma, donde encontró un trabajo relacionado con su deporte. "Estábamos cansadas de estar separadas. Queríamos vivir el día a día de una pareja", comenta Silvia. Meses después, el Olis Sóller le proponía a Cathy sustituir a la preparadora física.
Poco podía imaginarse entonces que acabaría jugando otra vez de alero -Silvia también ocupa esa posición- y que eso convertiría en noticia su situación personal. "Nunca pensamos que podría ser la bomba que está siendo", admite Cathy, que, en los últimos días, incluso ha recibido mensajes de amigos estadounidenses que se han enterado de su caso por Internet.
En su país de origen, Cathy, oriunda de Illinois, no podría haber contraído matrimonio con Silvia. Sólo los estados de Hawai y Connecticut permiten la unión entre personas del mismo sexo. "Las cosas van mejorando poco a poco también allí, pero en los 80 la gente se escondía y yo tenía miedo de decírselo a mi familia y mis amigos. Fue una época díficil", confiesa Cathy. Finalmente, lo hizo, después de venir a Europa, cuando tenía 27 años. Y su familia, como la de Silvia, la respaldó en todas sus decisiones.
Ahora también les apoyan en su próximo proyecto: tener hijos. "Los tendremos en cuanto podamos. Yo aún estoy en pleno auge de mi carrera, pero tampoco tardaremos mucho", dice Silvia, que será quien llevará adelante el embarazo. Conscientes de que son pioneras en su ámbito y de que pueden abrir el camino a muchas otras parejas, ambas coinciden: "Estamos muy contentas de contribuir a que otra gente amplíe también sus derechos".
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