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Columna
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Coptos

Que dice el presidente de nuestra Generalitat que levantando una valla electoral que no permite a las minorías tener representación en nuestro parlamento autonómico, que bueno, que así seremos más democráticos, más abiertos, más estables y más vertebrados. Y lo seremos porque el mar del Norte y el mar Báltico bañan las costas valencianas; porque hay respeto y consideración hacia las minorías tanto como se respeta el derecho al gobierno de las mayorías; y, en fin, porque a partir de la entrada en vigor del reformado Estatut, seguiremos el modelo de representación parlamentaria que disfrutan los ciudadanos de Schleswig-Holstein. Ese estado federal alemán, autonomía, nacionalidad, país o región con identidad propia, tiene tanta historia como el antiguo Reino de Valencia; situado entre dos mares al sur de la península de Jutlandia fue reino independiente unas veces, y perteneció o fue anexionado otras por Dinamarca o por Alemania. Aunque eso importa tanto al tema que nos ocupa como la heráldica de Pedro el Ceremonioso. Importa, y mucho, en ese país llano y con suaves colinas, el hecho de que lo habita una minoría danesa, y que dicha minoría danesa -no sabemos a ciencia cierta si representan el 2, el 3, el 4 o el 5% de los votantes- posee por ley siempre representación parlamentaria según indica su constitución o estatuto de autonomía. La minoría danesa no tiene valla electoral porque se pretendió que estuviese siempre democráticamente representada. Es decir, la misma intencionalidad política y democrática que se tuvo en el País Valenciano para dejar a más de un cinco por ciento de electores castellonenses sin representación en nuestro parlamento autonómico; intencionalidad que se seguirá teniendo a partir la reforma del Estatut, dado que nuestro gobierno autonómico reside en Kiel y no en Valencia. Seremos más abiertos, más democráticos y más vertebrados porque el sol sale por los abruptos cerros de L'Alcalatén y no por las Columbretes.

Aseguran las viperinas lenguas -y es una difamación, claro está-, que las minorías están aquí discriminadas con un listón del 5% global en todo el territorio valenciano, y que eso es como hacer depender la representación de la minoría danesa del voto de todos los alemanes, esto es, una aberración democrática; también indican que con tanta valla o listón electoral no caben opciones políticas en un futuro próximo o lejano, sino consolidación de forma alternativa en el poder de dos grandes partidos que desdeñan con mayor o menor tibieza a las minorías, y que eso es sequía democrática de difícil solución, y no como la otra que se puede paliar con trasvases o desalinizadoras. Afirman, sin pudor, esas lenguas bífidas, que aquí, más que el modelo de Schleswig-Holstein, cuya pronunciación ya resulta dificultosa para un valenciano, el que se sigue es el modelo de representación de las minorías en las orillas del Nilo. En el Egipto de muchas decenas de millones de votantes casi se ignora a la minoría copta, la minoría cristiana de entre 5 y 15 millones (no existen censos) que utiliza en su liturgia un sucedáneo de la lengua antigua que habló Cleopatra. Los coptos en Egipto tienen derecho a muy poco: ni tan siquiera a saber cuántos son y el porcentaje que representan en un país de aproximadamente 80 millones de habitantes. Aunque, según la legislación vigente en el país de los faraones, se permite el acceso de un 5% de coptos a las academias militares y a los cuerpos de policía. Todo un logro como las vallas y listones electorales en nuestras leyes y estatutos.

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