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En las calles de Caracas

El Foro Social Mundial (FSM), junto con el Foro de Autoridades Locales por la Inclusión Social (FAL), nos convocan estos días en Caracas. Ambos foros son ya, tras seis ediciones ininterrumpidas, espacios consolidados de ejercicio de ciudadanía activa a escala global. Son también espacios de diálogo e intercambio entre redes sociales, fuerzas políticas y ciudades comprometidas con políticas de desarrollo humano sostenible y profundización democrática. Unas 2.200 entidades inscritas, 2.000 actividades previstas y unos 120.000 participantes muestran la vitalidad del encuentro, que este año comparte cita con Bamako (Mali), dotándose así de una estructura policéntrica.

Se articulan en Caracas elementos de continuidad y de innovación, en el marco de la trayectoria altermundialista. El conjunto de ejes de debate y propuestas de construcción de una globalización alternativa, tejida por valores de cohesión social y participación, que cristalizaron en el primer Foro Social Mundial allá por 2001, siguen hoy presentes con más fuerza que nunca; Porto Alegre es un referente cargado de futuro. Desde entonces hasta hoy, la dialéctica entre modelos antagónicos de entender las relaciones entre las personas y los pueblos se ha ido expresando en una pluralidad de formas y procesos. Es cierto, la degradación ambiental, la desigualdad de género, el rechazo a la diversidad, o la erosión de los derechos civiles bajo el pretexto de la seguridad colectiva siguen siendo pautas predominantes en muchas, en demasiadas, esferas de poder. Pero las cosas también están cambiando, y en múltiples dimensiones. Desde la articulación, año tras año, de nuevas redes de ciudades donde hierven energías y prácticas por la inclusión y la sostenibilidad, hasta el surgimiento de una verdadera opinión pública universal contra la guerra y el mundo unipolar. Desde foros y movimientos sociales que sacuden conciencias en tantas partes del mundo, hasta vuelcos electorales que sacuden el paisaje institucional en favor de nuevas mayorías progresistas. Y aquí radica precisamente una de las novedades del actual FSM: su inserción en un contexto de cambios políticos de enorme interés en América Latina.

Tras la caída de las dictaduras militares y los procesos de paz, Latinoamérica vivió durante las décadas de 1980 y 1990, una oleada de transiciones democráticas. Pero las nuevas democracias resultaron ser, en general, de baja intensidad, dependientes del Fondo Monetario Internacional y excluyentes en términos sociales y étnico-culturales. En otros planos de la realidad, las sociedades generaron dinámicas de resistencia y de propuesta: zapatistas en México, los Sin Tierra en Brasil, piqueteros en Argentina, los pueblos indígenas andinos... procesos que se hallan sin duda, junto con otros factores, en la base de los posteriores triunfos electorales de Lula, Kirchner, Chávez, Tabaré, Evo, Bachelet. Esa nueva izquierda política latinoamericana llena de complejidades, luces y sombras, asume el reto histórico, ahora sí, de sustantivizar las democracias, de llenarlas de contenidos interculturales, sociales y ecológicos.

Todo ello se expresa estos días de manera abigarrada, en forma de un gran calidoscopio de personas, experiencias e ilusiones, en una Caracas cruzada por tantas desigualdades como esperanzas. El FSM y el FAL vuelven a ser laboratorios de ideas, alternativas y aprendizajes para hacer -para seguir haciendo- otro mundo posible, así como espacios de contestación ante las múltiples injusticias del capitalismo global. De los encuentros de Caracas deben surgir nuevas energías globales y locales, políticas y sociales. Para empujar, por ejemplo, la reforma democrática de las instituciones internacionales y los Objetivos del Milenio: hambre cero para 2015. Para darle la vuelta, como un calcetín, a la directiva Bolkenstein. Para seguir traduciendo en acciones y resultados tangibles las apuestas programáticas de los Gobiernos progresistas. Para fortalecer, densificar y extender la geografía de las redes críticas y los movimientos sociales.

En Barcelona y en Cataluña, desde nuestras responsabilidades institucionales y desde nuestro espacio abierto de valores, de izquierdas y ecologista, reduplicaremos esfuerzos para acelerar el desarrollo de las políticas públicas de bienestar, para tejer un amplio acuerdo nacional por la modernización ecológica y el desarrollo sostenible, para avanzar hacia una nueva política que levanta la bandera de la vida cotidiana -de los espacios y los tiempos que cada día transitan mujeres y hombres de todas las edades- como el verdadero espacio de la transformación social. Es así, desde lo concreto y lo prosaico, que expresamos nuestra más sincera y afectiva vinculación al taller de sueños y utopías que hierven estos días en las calles de Caracas.

Dolors Camats es diputada por ICV en el Parlamento de Cataluña y Ricard Gomà, concejal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Barcelona.

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