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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Moira Shearer, bailarina y actriz

Símbolo de la elegancia de la escuela británica, contribuyó a popularizar el ballet

La bailarina escocesa, actriz y tardíamente columnista Moira Shearer murió el 31 de enero en Londres a la edad de 80 años.

Su verdadero nombre era Moira King y había nacido en Dunfermline, Escocia, en 1926. Comenzó sus estudios de ballet a los seis años en Rodesia y ya muy pronto tuvo sus primeras enseñanzas de la maestra inglesa Flora Fairbairm, la que acercó a la vivaz muchachita hasta la academia de los legendarios hermanos Legat, emigrantes rusos de San Petersburgo y responsables en gran parte de la presencia de la gran escuela rusa en la escuela inglesa de ballet.

Especialmente Nicolas Legat y Nadiezda Nikolaieva Legat se ocuparon de Moira, vieron en ella el talento y la mandaron a trabajar con la gran Preobayjenska dentro de la escuela del Sadler's Wells Ballet: esta etapa fue decisiva en su estilo y en su baile futuro. Desde allí, y muy precozmente, entra en el Internacional Ballet en 1941 como cuerpo de baile y hace sus pequeños primeros papeles, hasta que en 1944 hace su primer Lago de los cisnes y desde entonces adquirió una fama basada en su gracilidad, elegancia y belleza.

Si alguna bailarina representa esa elegancia de la escuela inglesa, ésa fue la Shearer, lo que le facilitó su salto al cine. En 1948 hizo junto a Leonidas Massine Las zapatillas rojas, película de Michael Powell y Emeric Pressburger, probablemente el más emblemático y clásico de los filmes musicales de ballet y que en su momento representó un hito en el uso del color y las grandes cámaras, además de acercar al gran público de las salas de cine al arte del ballet.

Shearer en un principio rechazó el papel, preocupada porque el ambiente del cine la alejara de los rigores de su carrera, y fue la coreógrafa Ninette de Valois quien la convenció. El éxito del filme hizo que la compañía de Valois y Shearer emprendiera grandes giras continentales por Norteamérica y Europa.

Antes, el coreógrafo Frederik Ashton la convirtió en su musa, y creó para ella el papel de la novia en The Quest (1943); también encarnó el Amor en Miracle in the gobals o la Mariposa en The spider's banquet.

Cyril Beaumont y Arnold L. Haskell, los grandes críticos ingleses de su tiempo junto al fotógrafo Baron (que le dedicó un álbum entero, mientras el pintor y grabador Kay Ambrose la dibujó en cientos de poses exquisitas) y otras celebridades diletantes de la tan característica balletomanía londinense de entonces, apadrinaron a la pelirroja de los ojos de aguamarina (así la llamaban: una porcelana que danza) cuando estrenó Promenade; Ashton siguió creando para ella, como lo hizo en Cinderella y sobre todo el muy difícil y hoy clásico de la escuela inglesa Symphonic variations.

Al casarse con el mediático periodista televisivo Ludovic Kennedy en 1950, su vida cambió: se alejó un tanto del ballet y tuvo cuatro hijos, lo que no la excluyó de un exquisito parnaso en el que estaban Fonteyn, Beryl Grey, Pearl Argyle, Sally Gilmour o Pamela May, entre otras.

Ya en 1946 era una de las reinas del escenario de Covent Garden, calificada como "el sueño de la bailarina clásica por excelencia". Su regreso al estrellato fue en 1954, en una gran producción del Old Vic Theatre de Sueño de una noche de verano: su Titania hizo olvidar sus ausencias. Y volvió al cine con Los cuentos de Hoffmann y aún en 1987 apareció en escena una vez más dentro de una producción de la BBC en un papel teatral.

Otros papeles señeros de su carrera fueron Los patinadores (Ashton Meyerbeer), La bella durmiente, Las sílfides o El espectro de la rosa; su Coppelia fue reseñada como de las mejores y más conseguidas en la categoría exacta de la ballerina soubrette.

Moira Shearer era una gran recitadora de los clásicos, y lo hizo en muchas giras donde declamaba y daba conferencias; también lo hizo en la radio, y tuvo una columna fija en The Daily Telegraph. Su memoria, sin embargo, estará asociada siempre a la obra Las zapatillas rojas, al sortilegio que haría danzar hasta morir y a su delicada, gentil belleza.-

Moira Shearer en una escena de la película <i>Los cuentos de Hoffmann.</i>
Moira Shearer en una escena de la película Los cuentos de Hoffmann.ASSOCIATED PRESS

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