Cádiz y Racing empatan a mediocridad

Después de la fiesta del Bernabéu, el Cádiz volvió ayer a su liga ante el Racing. Son esos partidos que meses después pueden tener una trascendencia decisiva cuando la liga cierra el telón. Una partida de ajedrez en la que el miedo a perder marca el juego. Por aquello de ser el anfitrión, los gaditanos jugaron con blancas y tuvieron más la pelota. Dieron el primer movimiento pero poco más. La presencia de Benjamín otorga a los amarillos la llegada desde atrás de la que carecía en la primera vuelta. Ahora el problema son las bandas. La explosividad del otoño se ha marchitado en invierno, los interiores ya no sorprenden. Los rivales ya saben por donde hace pupa el Cádiz.

El Racing no perdió el sitio. El triunvirato Alfaro, Melo, Pinilla hizo frente al brio amarillo con oficio. No hubo apenas inquietudes para los dos porteros en una hora de partido. Un tiro de lejos de Benjamín, alguna llegada de Pinilla y punto. Después de muy buenos resultados como visitante, los cántabros se sienten cómodos siendo invitados. No se inquietan. Ni mucho menos interpretan un guión brillante pero la practicidad es indiscutible. En un plis plas el primer tiempo había terminado sin casi nada que llevarse a la boca. Del mal el menos, y cada equipo parecía irse al vestuario con la conciencia tranquila por llevarse al menos un punto como consuelo.

Y el primer cuarto de hora del segundo tiempo nada cambió. Los gaditanos tenían la pelota pero sin las ideas nada claras para llevarla dentro de la portería de Ricardo. Y los de Preciado a lo suyo, ritmo lento, complicaciones las mínimas y esperar alguna concesión del contrario, porque de creatividad tampoco es que presumieran los cántabros. La oportunidad llegó gracias a un regalo de Armando que hizo penalti. La lectura positiva para el Cádiz es que después de encajar un gol tan inocente no bajó los brazos. Buscó el empate con mal menor y lo consiguió en su mejor jugada.