"Un chino no puede tocar música occidental si no se siente convencido por ella"
Desayunamos en su hotel y Lang Lang viste como si acabara de volver de una discoteca: de brillante seda negra, el pelo liso, de brillo azabache, pero con cara de haber dormido bien. El joven pianista chino (Shenyang, 1982) se ha convertido rápidamente en una de las grandes figuras del nuevo siglo. Desde su gran debut en el Carnegie Hall de Nueva York, en 2001, ha tocado con las más prestigiosas orquestas y directores actuales. Un niño prodigio que empezó a aprender piano a los tres años, a los cinco dio su primer recital y desde entonces se presentó a todos los concursos que pudo, "unos treinta o cuarenta". Sólo perdió uno. Acaba de aparecer su nuevo disco, Memory, en el que rescata algunas de las piezas con las que aprendió a tocar el piano. También tiene en preparación un disco de solos de jazz.
PREGUNTA. Se suele destacar su técnica y sensibilidad al tocar el piano. Pero me interesa preguntarle cómo trabaja interiormente esa sensibilidad ante cada una de las piezas que interpreta.
RESPUESTA. Cada pieza tiene una personalidad distinta aunque provengan del mismo compositor. Para mí, lo primero es descifrar el tipo de sentimiento que despierta determinada obra. Hay que conocer bien la partitura y tener la información suficiente sobre ella. Lo siguiente, y lo más difícil, es meterte en la pieza y calcular (incluso haciendo uso de las matemáticas) los momentos en que se deben ejecutar los cambios, tener muy clara la estructura. Y después ponerle el alma. Ponerle vida e imaginación. Cuando empiezo a tocar suelo estar un poco frío, pero a medida que progresa el concierto te vas llenando del aire de la música, como si respirarla fuera embriagador.
P. Usted aporta su sensibilidad contemporánea más que interesarse por recreaciones históricas. ¿Pone también elementos de su propia cultura china?
R. No puedo negar de dónde vengo, pero cuando toco debo estar convencido por la propia pieza. Un chino no puede tocar música occidental si no se siente convencido por ella. Es como convertirse a otra religión. Si no eres un converso, no funciona. Por supuesto, debes poner en juego tus ideas personales, pero debes saber combinarlas porque si no saldrá algo sin sentido.
P. ¿Qué obras incluye su nuevo disco Memory?
R. No diría que son mis obras preferidas porque me gusta toda la música. Tampoco son las más relevantes de mi carrera, que son posteriores. Reúno las piezas más significativas de mis años de aprendizaje pero que, precisamente por ello, no había llegado a interpretar de la mejor manera posible. Crecí con estas piezas y ahora tengo la oportunidad de interpretarlas. Es como poner mi infancia en limpio.
P. Cuando actuó en 2004 en Madrid, usted tocó la obra de un joven compositor chino, Tan Dun. ¿Diría que la música occidental se está haciendo ahora muy popular en China? ¿Es el lenguaje que mejor penetra?
R. Es un tópico, pero es cierto que la música es el mejor lenguaje para comunicarse.
P. Es interesante que no sólo haya aficionados a escuchar o interpretar música clásica en China, sino también a componer.
R. Cuando hablamos de música contemporánea, hay varias direcciones. Hay una tendencia, la de los nuevos románticos -que es la que a mí más me interesa-, muy avanzada, pionera, diría yo, y luego otra tendencia que se mantiene cerca de las raíces tradicionales. Mi próximo álbum será todo de compositores chinos, los tradicionales. Lo que pasa es que no hay suficientes piezas de alto nivel entre los nuevos románticos, por más que me gusten. Pero algunos tenemos empeño en que salga adelante el movimiento neorromántico. Tan Dun está escribiendo una obra para mí, encargo de la Filarmónica de Nueva York.
P. Su repertorio es muy amplio, pero ¿qué compositores le interesan más en este momento?
R. Ahora, Mozart. Tengo predilección por él, es tan delicado. Su arte -y hablo de arte occidental, chino, africano u oriental- es un prodigio lleno de pequeños detalles, de sutileza, de miniaturas. Eso lo hace distinto a otros compositores. Es delicado y fresco.
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