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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cinismo ilimitado

Se me cae el alma al suelo: ¿hasta dónde pueden llegar el cinismo y la falta de sentimientos? ¿Acaso prevalecen más para los ediles del PNV en Azkoitia los derechos humanos del asesino que los de las víctimas? En todo caso, ambos derechos serán iguales, pero el hecho de que un asesino pueda abrir un negocio en los bajos de la casa de su víctima no es una cuestión de derechos humanos. (¡El derecho a la vida sí lo es!).

Es de un cinismo ilimitado apelar aquí a los derechos humanos, sólo son ganas de desvirtuarlos totalmente. Aquí se trata de la dignidad de una víctima. Se trata del respeto hacia el sufrimiento de un ser humano. Nada más, ni nada menos. ¿Tan mutilados de sentimientos están los ediles del PNV que son incapaces de imaginarse la tortura psicológica que significa para una víctima encontrarse diariamente con el asesino de su ser querido? Y eso añadido a la tortura de por vida y el sufrimiento que supone tener que superar el dolor y el vacío dejado por un ser querido. Tener que volver a la "vida normal", porque volver significa simplemente aprender a vivir con la pena.Eso es la "reorganización" de la vida de una víctima, vivir con la pena y la memoria dolorosa sacando una vida adelante, una familia truncada. Sufrir viendo a los niños de los vecinos en el parque con sus padres, verles cómo les llevan cada mañana al colegio...; miles de cosas que dan rabia e impotencia. ¡Cuánto cuesta vencer el odio! Pero aun reconociendo que, una vez cumplida su pena, el asesino tenga "el derecho" de poder reorganizar su vida como pide el PNV, en ningún caso debe ser posible que ese derecho se lleve a cabo dentro del espacio vital de la víctima, haciéndola convivir diariamente y de forma inevitable con el asesino de su marido. Eso no sólo es sumamente cruel, sino que no tiene nada que ver con la reconciliación.

No hay que confundir los conceptos, hay que ser muy escrupulosos con las palabras. La reconciliación es necesaria para un futuro de paz en Euskadi, pero no puede leerse en clave personal, sino en clave de una reconciliación de la sociedad. Pero, lo que aún es más importante, en ningún caso la reconciliación puede interpretarse en clave de una equiparación encubierta tal como dice la moción promovida por el PNV en Azkotia. Casi mil personas han sido asesinadas sólo por no compartir una ideología. Ellas son las víctimas, no los asesinos. No vaya a ser que al final sean las víctimas quienes tengan que pedir perdón a los asesinos.

Una reconciliación para las víctimas, a mi entender, sólo puede emanar desde el respeto a la dignidad y el reconocimiento de su sufrimiento y su derecho a la memoria y a la justicia. Y una violación clara de esa dignidad y falta de respeto ante el sufrimiento suyo es no reconocer a una víctima su derecho a no tener que convivir con el asesino de su marido. Tal vez no sea un derecho humano, pero sí es un gesto de humanidad digno de gente bien nacida.

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