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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La sombra de la Mafia

Quizá porque se trataba de una presentación de un libro sobre la Mafia, me costó averiguar la hora hasta 20 minutos antes de que empezara, a las once de la mañana. Con cierto recelo, me dirigí a la FNAC del Triangle a ver como Miquel Horta (el editor de Cahoba) y Joan Queralt (el autor) presentaban Crónicas mafiosas, que lleva el subtítulo de Sicilia, 1985-2005, veinte años de mafia y antimafia. Estaba convencido que se trataba de una encerrona. La noche anterior había visto un capítulo de Los Soprano en el que unos mafiosos mandan asesinar a otro a pistoletazo limpio y llegué con la mente llena de estereotipos y repitiendo, como un mantra de terror y con acento siciliano, una de las frases del libro: "El concepto de honor de la cultura mafiosa no es otra cosa que un concentrado de riqueza, poder, prestigio y violencia".

Joan Queralt intenta corregir tópicos, matizar estereotipos y delimitar la dimensión político-social de una epidemia social: la Mafia

Mis sospechas eran infundadas. No vi ningún tipo armado y los altavoces de música ambiental no escupían las fantásticas versiones de melodías filomafiosas interpretadas por el organista Joe DeFrancesco, un tipo de mirada desafiante y disuasoria. Todo era normal. Los organizadores incluso habían habilitado una mesa con cruasanes, zumos y café para la prensa cultural de la ciudad, a la que se atribuye una omnívora capacidad para aceptar esa clase de atenciones. Queralt, que leyó su intervención en un tono reposado pero firme, consiguió que en pocos minutos la Mafia dejara de ser un tema de entretenimiento televisivo o cinematográfico para convertirse en lo que es: una realidad trágica y sangrienta. Periodista comprometido con los movimientos antimafia sicilianos, Queralt ha dedicado media vida a elaborar un monumental informe sobre una parte de la historia más reciente del crimen organizado y de la Cosa Nostra.

Pese a su título, el libro tiene más de ensayo que de crónica, más de informe que de relato, y la voluntad de influir sobre el tema tratado marca las 553 páginas del texto, ilustradas con las reveladoras fotografías de Letizia Battaglia y Franco Zechin.

El tiempo que Queralt lleva dedicándose a esta cuestión y sus constantes viajes a Sicilia se notan en la documentación, los testimonios y la capacidad para interpretar mundos que se interfieren y sobreponen con tanta premeditación como alevosía: la política, la magistratura, la economía, el clero. Ejemplo de esta visión telescópica de un universo observado por un astrónomo informado (página 102): "El planeta Mafia está compuesto por 5.400 afiliados y alrededor de 20.000 personas de apoyo, con una capacidad de influencia social en el conjunto de Sicilia que años atrás se estimaba entre 300.000 y 400.000 personas, cifra que corresponde al número de votos controlados por la organización". Denso, revelador, el libro incluye transcripciones de interrogatorios con mafiosos arrepentidos que dicen más que un sesudo análisis. "¿Por qué no hay cuerpo del delito cuando se produce una estrangulación?", pregunta el presidente de la sala durante el juicio. Y el acusado, un mafioso arrepentido porque sabe que sólo puede elegir entre la condena a muerte de los suyos y la prisión del Estado, responde: "Porque se le hace desaparecer. O se quema o se disuelve en ácido o se entierra con productos químicos con los cuales en dos o tres meses, incluso si lo encuentran y lo someten a examen, no consiguen...".

No debe de ser agradable vivir rodeado de tipos enterrados tras ser sumergidos en ácidos que acaban formando parte del subsuelo. A través del libro de Queralt, atraviesas un laberinto con sólidas raíces en una isla y una ciudad, Palermo, que, según la gran esperanza antimafiosa del momento (Rita Borsellino, hermana del magistrado asesinado en 1992), "olvida con la misma facilidad con la que se indigna". Vista aérea de un panorama desolador: la corrupción política, el interés por mantener formas feudales de relación, la asociación mafiosa disfrazada de código de honor, la mediación chantajista transformada en coartada para una teórica protección paternal y la violencia, cada vez menos sangrienta, porque, como comentaba Queralt en una entrevista radiofónica repitiendo un argumento escalofriante de los mafiosos, "sólo se mata lo imprescindible".

Con bufanda roja y eligiendo cada una de sus palabras para que no se le malinterprete (la precisión, en según qué temas, te sitúa en el bando de los muertos o de los vivos), Queralt presentó su propio libro, un intento de corregir tópicos, matizar estereotipos, rectificar la banalización y delimitar la dimensión político-social de una epidemia social endémica. Lo que el libro tiene de denuncia y de homenaje a las víctimas de la dignidad antimafia lo tiene de declaración de intenciones. Obstinación civil, educación, intervención política son las armas que el autor propone para combatir el crimen organizado y desbancar la inercia del fatalismo. Para ello, aboga por un periodismo de intenciones, con voluntad de contribuir al progreso, informativo pero "con voluntad de ser instrumento" de "la verdad" y " la voluntad de cambio". En paisajes marcados por la fatalidad y la violencia, palabras tan esperanzadas y pronunciadas con tanto coraje suenan como una necesaria herejía.

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