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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

De qué está hecho el 'rock and roll'

Al salir de sus trabajos, se reúnen a la tarde, casi a la noche, los chavales de una banda de rock duro para ensayar en un sótano que disfrutan como si fuera una casa en el campo; pero también resulta que alguno de estos chavales ya no es tan muchacho, y aún sigue ahí, agarrado al micrófono como un ángel fiero que sólo es capaz de confiar en sí mismo, todavía sigue ahí, digo, cantando con su grupo, porque las cosas, así son, apenas merecen su confianza si no están hechas de rock and roll. En esas tardes, cuando los vagones del metro van llenos de curritos con ojeras, que se duermen con la cabeza apoyada sobre el brazo o contra las paredes del metro, y están agotados hasta los vigilantes, y los rostros se deforman en bostezos, y lo que de verdad se ve en las caras no es el cansancio sino el trabajo, Ricardo Mora, de 41 años, socio propietario de un bar musical, padre de un niño de cuatro años, divorciado y casado ahora con una policía, grita a todo trapo: "¡Larga vida al rock and roll!", y alza al cielo su brazo de ángel fieramente obrero y su banda, que se llama ¡Sorprendente! en referencia a una canción de Leño, empieza a tocar con unas ganas que son ganas locas de vivir y, mientras tocan, los chavales se miran a los ojos los unos a los otros, y se intercambian sonrisas en cada cambio de tiempo, en cada vuelta de compás, y así arde una hoguera de rock and roll en el subsuelo de una de esas calles de casitas y talleres que hay en los suburbios de Badalona.

Barcelona es una ciudad demasiado 'pija' para el 'rock and roll', dicen los componentes de la banda ¡Sorprendente!

"Ahora me encuentro por la calle con las madres de mis colegas", dice Ricardo. "Ya son personas mayores, que han llegado como han podido, y les ha quedado una pensión de 300 euros. ¿Qué haces entonces? ¿Vas a reírte?". Ricardo tiene el rock duro tendido a sus pies con la fidelidad que otros tienen a su perro, y le acaricia el lomo al rock por su parte más áspera, y el rock ronronea agradeciéndoselo. Y añade: "El rock and roll para ser de verdad tiene que nacer en un barrio obrero y pasarlo mal". Ricardo no ha cerrado su bar musical, Badamola, ni un solo día en 18 años de actividad. "Aquí viene gente a tocar. Hay que estar con ellos". Los chavales del grupo admiran a Ricardo por su manera honesta de entender el rock y de entender las cosas, que es una honestidad antigua y rural, como la familia antigua y de campo de la que viene Ricardo. A los chicos de la banda se les cae la baba con Ricardo, porque en cuanto sale al escenario, con la barba entrecana, sin camisa, mostrando su barriga que alguna vez le hizo pesar 120 kilos, se mete al público en el bolsillo, y entonces la gente le pide que baje y cante entre ellos, pues quieren tener bien cerca un trozo vivo de rock and roll. A los chicos de su banda, cada vez que llega el cumpleaños de uno de ellos, Ricardo les regala una de sus joyas, uno de sus discos preferidos de su vieja colección de rock duro. A Ricardo le llama su madre al móvil durante un ensayo, y Ricardo toma el teléfono y le habla con cariño: "¿Qué pasa, mama? ¡Estoy en el local ensayando!".

En el grupo toca también un hermano menor de Ricardo, Xavi, que detalla cómo, cuando era aún un niño, seguía a su hermano a los conciertos, sin que éste lo supiera, y le esperaba en la calle para regresar siguiéndole también secretamente, y mientras tanto intentaba escuchar la actuación, y explica asimismo que para comprarse su primer disco, uno de Barón Rojo, le sisó el dinero a la madre y que cuando le descubrieron le dieron una buena azotaina. Y los otros chicos de ¡Sorprendente!, Víctor, Miguel y Sito, cuentan cómo compraron sus primeros instrumentos, y alguno dice que le dejó su novia porque parte del dinero que tenían ahorrado para el piso lo empleó en una guitarra, y otro cuenta que una vez fingió un cólico nefrítico para irse del trabajo a dar un concierto. Los chavales de ¡Sorprendente! trabajan en artes gráficas, talleres de neumáticos, prevención de riesgos, ingenierías técnicas, y proceden de los barrios de La Salut, Artigas, Bufalà, la Verneda, y afirman que Barcelona es demasiado pija para el rock and roll. Su primer disco de estudio se llamó La ópera de los pobres, porque según ellos el rock es la ópera del pobre. Para poder grabar el segundo han emprendido una campaña que han llamado Apadrina a un grupo de rock.

Cuando aparece un músico para hacer una prueba, los chicos de la banda no le dejan estar presente a Ricardo, porque dicen que asusta a la gente. Una vez llegó un guitarrista y se sentó en un taburete, y Ricardo le echó antes de que empezase a tocar. Ricardo se explica: "Esto es un grupo de rock and roll, aquí el único que se sienta es el batería"; en otra ocasión la tomó con un batería que se presentó a la prueba con unas escobillas de jazz: "Le dije que cogiera los palos de montar la nata y que se fuera". Y a continuación se sonríe y cuenta cómo los chicos le toman el pelo, cómo, por ejemplo, cuando celebraron el quinto aniversario de la banda, le engañaron y le dijeron que iban a ir todos con traje, y él se presentó con el traje de su primera boda, que es el único que tiene. Entonces va a añadir algo y empieza a decir: "Lo más chachi..."; pero de repente los chavales se tronchan en sus barbas: "¡Huy, qué fino! ¡Ha dicho chachi!".

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