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Columna
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Apocalípticos

Vivimos sin vivir en nosotros mismos. Y tan acojonados nos tienen, que casi nada nos creemos. El mundo se acaba un par de veces por semana y España se rompe un día sí y el otro también. Hay corderos que se levantan por la mañana exclusivamente para anunciar que viene el lobo. Y muchos lobos escondidos tras una piel de cordero. Así no hay quién viva. El escritor Manuel Rivas dice que a diferencia de los países aburridos, en España nos tomamos los sustos en serio. Por eso cada vez cuesta más trabajo meterle canguelo al personal. De tanto subir el tono de la crispación, los temores tienen que ser ya apocalípticos. Y en esta práctica vale lo mismo el Estatuto de Cataluña, un militar desorientado por la jubilación, un novio de la muerte, o un congreso de Batasuna. Esta estrategia del tremendismo -como antes fue la del conmigo o contra mí- también se ha instalado en los asuntos domésticos. Inflar una polémica sirve para las obras de un metro, el conflicto por unas canteras o la crítica a un concejal aburrido al que le gusta Pasión de Gavilanes. Estas cosas eran antes dimes y diretes cotidianos. Ahora se cargan la lealtad institucional, la economía local y la honradez, una media de tres veces por semana.

El presidente de los promotores de Málaga, José Prado, ha augurado en varias ocasiones ya el crack del 29 en la economía, la pérdida de 100.000 empleos en la construcción y las siete plagas de Egipto para la Costa del Sol. Una vez fue por la decisión de la Junta de intervenir en los asuntos urbanísticos de Marbella; otra por la Ley del Suelo, y la última por el cierre de unas canteras. Es difícil entender todavía la relación directa que existe entre el bolsillo de un constructor y el fin del mundo, pero a fuerza de insistir terminaremos conociéndola. Prado ha dicho que los 20 millones de euros que las empresas de extracción de áridos van a dar al ayuntamiento de Alhaurín de la Torre para compensar la actividad en sus canteras, los van a pagar los ciudadanos con un incremento en el precio de los pisos. La primera preocupación que se le viene a uno en la cabeza es la de preguntarse: ¿Cuánto dinero ganan estos empresarios con las canteras para dar 20 millones de compensación? La segunda, tiene varios interrogantes ¿Habrá que apedrear a los vecinos que denunciaron la actividad ilegal de estas canteras por paralizarlas un mes, o al juez que les dio la razón, para que los promotores no nos suban más el precio de los pisos? ¿O quizás mejor apalear a la Junta por impedir que se construyan 500.000 nuevas viviendas en el litoral y hundir con ello la economía malagueña?

Debería cuidarse el personal de advertir de tanta hecatombe. Hay demasiados "apocalípticos", ahora que no sólo estábamos "integrados" sino también globalizados. El mundo se hizo en seis días y hubo un séptimo para descansar. Destrúyanlo en un día, pero por favor déjennos seis para descansar. España fue una y además grande, pero sin embargo convendría recordar que ni fue libre ni cabían todos los españoles. Y al de los pisos, más le valdría dejar el hormigón y echarse a carpintero, para construir un Arca de Noé. Y poder salvar a una pareja de cada autonomía antes de que España se hunda. Que tostón.

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