Transporte público y discapacidad

Más de lo mismo. Renfe dispone en la línea 4 de Cercanías de varios trenes Civia con un vagón con plataforma accesible para discapacitados. Estación de Atocha, sábado, 14 de enero de 2006, 19.30: he de tomar uno de estos trenes para regresar a mi domicilio de Leganés. Una hora en el andén en una silla de ruedas, han pasado cuatro trenes, pero ningún Civia. Decido desandar los andenes y dirigirme a la oficina de atención al cliente, donde me informan de que por ser sábado no hay previsto ningún servicio Civia, que un empleado me colocará una rampa y me ayudará a subir a un tren normal y que comunicarán a mi estación de destino -Getafe Central- para tener otro empleado con una rampa para apearme del tren. Los que me esperan no son tal empleado y rampa, sino cinco fornidos vigilantes jurados que me descienden a mí y mi silla a puro músculo. Uno de ellos me explica que la rampa les ha sido retirada hace poco y en su lugar se ha instalado una máquina de bebidas.

Segunda parte. En esta misma estación de Getafe Central me dirijo al ascensor para bajar al andén de Metrosur que debo tomar. Los mismos agentes me informan de que este ascensor lleva averiado mes y medio, y se ofrecen a bajarme por la escalera mecánica, cosa que por mi seguridad y la suya decido hagan separadamente con mi persona y la silla. Les agradezco su amabilidad y comento cómo puedo corresponder. Uno de ellos me dice que ha sido un placer, pero que, por favor, haga un escrito denunciando una situación que nos ha denigrado a mí y a ellos como personas. Un viaje que he efectuado unas 20 veces en 2005 en menos de una hora me ha costado dos horas y cuarto.

Tercera parte. Desde primeros de diciembre hay en la estación de Carrascal (Leganés), a 300 metros de una residencia de discapacitados, un ascensor fuera de servicio pendiente de un peritaje no sé si judicial o administrativo. Sólo me queda invitar a los señores Aguirre y Gallardón a sentarse en una silla de ruedas y emprender un viaje en tren o metro. Comprobarían lo amabilísimos que son los vigilantes jurados.