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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'La Gaviota' en el nido

Javier Vallejo

La Gaviota necesita 13 intérpretes. A finales del siglo XIX los autores escribían para compañías amplias y para un público habituado a que el teatro durara muy por encima de las dos horas. El drama moderno, como la tragedia griega, necesita tiempo de cocción para adquirir espesor. La censura zarista prohibió esta obra porque Arkadina, su coprotagonista, actriz viuda, invita a Boris, su amante, a pasar temporadas con ella y con su hijo Kostia. Era un mal ejemplo. Pero acabó representándose en el Teatro Alexandrinski, con Vera Komissarzhevskaia en el papel de Nina, La Gaviota, muchacha que quiere ser actriz aunque eso le cueste romper con los suyos. No funcionó. La crítica dijo del trabajo de Chéjov lo mismo que Arkadina dice del drama simbolista que Kostia escribe para Nina: "Es puro lirismo convertido en teatro por casualidad". El desprecio materno hunde a Kostia en la miseria. El de los expertos llevó a Chéjov a tomar una decisión: no volvería a escribir para la escena. Ivanov, su estreno anterior, también había sido un fracaso.

Una carta sacó al autor de su melancolía. Nemirovich-Danchenko le pedía La Gaviota para montarla en su recién inaugurado Teatro de Arte de Moscú (TAM): "Es el único drama contemporáneo que me entusiasma. Si no me lo das, me asesinas". Chéjov accedió, y Danchenko encomendó su puesta en escena a Stanislavski. Fue el primer gran éxito del autor, del director y del TAM. Este teatro, tan imitado, se levantó sobre dos pilares: la formación de actores, impartida por Stanislavski, y el repertorio, seleccionado por Danchenko. Ambos eran fundamentales. Si Danchenko no hubiera sabido leer a Chéjov, Stanislavski nunca lo habría puesto en escena, y sin Chéjov el TAM hubiera tardado en cuajar o hubiera quedado en agua de borrajas. Este modelo de codirección teatral entre un hombre de escena y un dramaturgo polivalente (Danchenko) ha dado buenos frutos en Rusia y en Alemania. En España se habla mucho del método, y muy poco del procedimiento. El modelo organizativo y el repertorio son tan importantes como la interpretación y la puesta en escena.

Teatros públicos aparte, po

cas compañías españolas pueden permitirse hoy montar un drama íntegro de Chéjov, de Gorki, de Turguénev... Sus repartos son demasiado extensos, y su duración excede los estándares del cine y de la televisión (muchos programadores teatrales rechazan las obras de más de hora y media). Chéjov suele subir a escena podado: rara vez se le deja a pleno viento. Aun recortada, la versión de La Gaviota que Juan Pastor dirige a la compañía Guindalera, conserva porte y vitalidad. Pastor hace equilibrios sobre el filo de sus tijeras: elimina cuatro personajes principales y tres secundarios. Con sólo seis actores, que no doblan, mantiene la espina dorsal narrativa. En ocasiones, los intérpretes usan al público como interlocutor. Lo convierten en personaje. Masha, enamorada de Kostia, dice a los espectadores lo que debería decir a su madre (suprimida en esta versión): "No me miren así. No me juzguen. Un amor sin esperanza cabe sólo en las novelas". Este recurso, tan ajeno al teatro realista, funciona. Funcionaba en El jardín de los cerezos del Lliure: Lluís Pascual no suprimió personajes, pero hizo que se dirigieran al público, que lo miraran a los ojos, sobre todo Lopajin, el comprador de la finca. Eso sólo se puede hacer en teatros íntimos como el bellísimo Lliure de Gràcia, donde unas pocas filas de butacas rodean la escena; como este acogedor, como un nido, Teatro de la Guindalera. El propio autor apunta la idea al final del segundo acto de La Gaviota, cuando Nina, prendada del amante de Arkadina, se acerca a las candilejas y le dice al respetable: "¿No estoy soñando?".

En esta adaptación, Sorin,

magnífico clown chejoviano, desaparece. Queda íntegro el doble triángulo afectivo formado por Kostia, Nina y Arkadina, por un lado, y por éstas y Boris. Kostia (Raúl Fernández), perplejo, con la mirada alucinada, es Hamlet obsesionado con Boris-Claudio. Arkadina es la reina Gertrudis: adula a su amante, malcría a su hijo, y le quita fe en sí mismo. Nina es Ofelia dejada a su suerte: María Pastor encarna bien la chiquilla ilusionada de los dos primeros actos; la joven baqueteada del último le queda más lejos.

La Gaviota. San Lorenzo de El Escorial. Coliseo Carlos III. 18 de enero. Madrid. Teatro de la Guindalera. Del 28 de enero al 30 de abril.

Uno de los ensayos de 'La Gaviota', dirigida por Juan Pastor.
Uno de los ensayos de 'La Gaviota', dirigida por Juan Pastor.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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