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Cómo Washington incendió la zona española sin avisar

Miguel González

Muchos militares españoles que estuvieron en Irak se preguntan todavía si es cierto que los soldados estadounidenses que detuvieron el 3 de abril de 2004 a Mustafá al Yaqubi, representante en Nayaf del clérigo radical chií Muqtada al Sader, llevaban uniformes del Ejército español. Aunque fuera un bulo, la esposa de Yaqubi creyó que estaba detenido en base Al Andalus, compartida por militares españoles y salvadoreños, y allí acudió a liberarlo con 700 milicianos del llamado Ejército del Mahdi. El acuartelamiento se convirtió así en objetivo de un ataque multitudinario, que dejó un soldado salvadoreño muerto y 10 heridos, así como un número indeterminado de bajas iraquíes. Lo cierto es que Yaqubi no estaba en base Al Andalus y su jefe, el coronel español Alberto Asarta, ni siquiera había sido avisado de la detención, por lo que no pudo adoptar medidas preventivas, pese a que Nayaf formaba parte en teoría de la zona de Irak bajo responsabilidad española.

Las discrepancias surgieron semanas antes: el mando de EE UU en Irak dictó una orden de búsqueda y captura, "vivo o muerto", contra el propio Muqtada. Tras consultar con el Gobierno, en funciones desde el 14 de marzo, los militares españoles respondieron que esa orden excedía su mandato y que no participarían en operaciones ofensivas. "Nosotros", recuerda uno de los mandos españoles que estuvieron entonces en Irak, "habíamos ido a una misión de reconstrucción, mientras que ellos seguían en guerra".

Las estrategias eran cada vez más contradictorias. Tal como habían aprendido en los Balcanes o Afganistán, los militares españoles empleaban más la diplomacia que la fuerza. Negociaban con todas las partes en litigio y buscaban acuerdos hasta con el diablo. A veces, eso implicaba concesiones. Por ejemplo, se permitía a los milicianos del Ejército del Mahdi guardar armas, siempre que no las exhibieran en público. Los soldados españoles sólo estaban autorizados a recurrir a la fuerza si eran atacados.

Esta estrategia, criticada ahora por Bremer, mantuvo durante ocho meses la zona bajo responsabilidad española libre de la ola de violencia que se iba extendiendo por el país.

Hasta que EE UU decidió que, si los españoles no estaban dispuestos a lanzar operaciones ofensivas en su zona, lo harían las tropas estadounidenses por ellos. Sin su permiso ni aviso previo.

Eso ocurrió el 3 de abril. Desde esa fecha hasta el 21 de mayo, cuando el último soldado salió de Irak, las tropas españolas fueron atacadas al menos 40 veces. Y echaron mano de sus armas de fuego.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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