El proselitista del timple
Más que un instrumento de trabajo, José Antonio Ramos (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) gusta de referirse a su timple como "un compañero de viaje". Hay días que empieza a acariciar sus cuerdas a las nueve y media de la mañana, en el estudio de grabación, para luego impartir clases particulares y en el Conservatorio de la ciudad, grabar o ensayar por la tarde y concluir la jornada subido a un escenario. "Es un matrimonio muy intenso", ironiza este antiguo centrocampista del Artesano que un buen día colgó las espinilleras y las botas de fútbol para dedicarse en cuerpo y alma a las cinco cuerdas del diminuto guitarrillo canario. Quince años después de aquella comprometida decisión, Ramos ha perdido cintura y algo de forma física, pero se ha ganado el respeto y reconocimiento musical en medio mundo. "Supongo que ha merecido la pena", dice con una sonrisa.
El timple. Cinco cuerdas de
afinación discontinua (sol, do, mi, la, re, con la tercera cuerda una octava baja para facilitar los trinos) que emiten un sonido fresco, cristalino, chisporroteante, pariente no muy lejano del cuatro venezolano, el cavaquinho portugués o el ukelele que siempre asociamos con las islas Hawai, aunque sus raíces también deban buscarse en nuestros vecinos peninsulares. José Antonio comenzó a tocarlo casi por casualidad, porque era el único instrumento vacante en casa, el que sus hermanos mayores habían relegado por parecerles "poca cosa". Y enseguida aprendió a sacarle partido gracias a las enseñanzas del mítico timplista Totoyo Millares, su maestro, al que rendirá tributo con un disco a dúo a lo largo de este 2006.
"Es un instrumento con un canto muy singular, de notas unísonas muy alegres y características", recapitula Ramos con un café entre los dedos, pero sin quitarle ojo a la funda del timple. Asume orgulloso su condición de embajador no oficial de la cultura canaria, atendiendo a los aficionados curiosos que se le acercan al final de cada concierto y explicando no pocas veces por dónde cae el archipiélago en el mapamundi. Y ejerce un proselitismo divertido, aunque a veces un tanto oneroso: regala timples en cuanto la ocasión lo merece. "Le entregué uno al [bajista] camerunés Richard Bona y otro a Pat Metheny, el guitarrista de jazz, que se mostró muy interesado. También le hice llegar uno, a través de un amigo, a Steve Vai, aunque fuera un guitarrista próximo al heavy. Me gusta embaucar a la gente, divulgar los encantos del instrumento entre músicos ilustres. El ukelele o el banjo son deliciosos, pero el timple no los desmerece en absoluto. Sólo falta que entre todos lo demos a conocer".
En estos 15 años de labor
casi evangelizadora, José Antonio Ramos ha tenido oportunidad de pellizcar las cuerdas de su "compañero de viaje" en dos trabajos de su iniciático Trío Timple, tres discos propios, dos compartidos (uno con el pianista Polo Ortí y el otro con el clarinetista Andreas Prittwitz) y casi 40 colaboraciones en otros tantos álbumes ajenos. Todo este periplo se repasa ahora en la antología doble 15 años de timple, dos horas largas de crónica musical extraordinariamente amena, desde composiciones instrumentales originales a encuentros con Béla Fleck, Kepa Junkera, Mestisay, Javier Ruibal, Javier Krahe y hasta la Orquesta Sinfónica de Tenerife. El trabajo se distribuye por los canales convencionales en las siete islas, mientras que los aficionados peninsulares y de cualquier otro punto del planeta deben recurrir, por ahora, a la página web del artista (www.joseantonioramos.com).
"Miro hacia atrás y el balan
ce me resulta alentador", compendia el autor de piezas ya emblemáticas como Chipude, La Retamilla o Los cuatro gigantes. "La música de mi tierra se ha profesionalizado en estos 15 años de forma muy significativa. No soy folclorista ni pretendo ejercer como tal, pero me parece evidente que los nuevos grupos demuestran en Canarias una formación musical e intelectual cada vez más sólida".
La oferta de timplistas también se ha ido afianzando, con nombres tan recomendables como el del majorero Domingo El Colorao o Benito Cabrera, criado en Lanzarote. A la relación se sumará esta temporada el prometedor Germán López, el alumno más avezado en el ya amplio historial docente de Ramos. "Empiezo a enseñar a los chavales con siete u ocho años, y en cuanto adquieren un poco de destreza les insisto mucho en que busquen un sonido propio, en que no pretendan parecerse a mí
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