_
_
_
_
Análisis:A pie de obra | TEATRO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La novela de un joven pobre

Marcos Ordóñez

Uno. Casi todo el teatro de Marivaux (ese "casi" lo encabezarían La disputa y La isla de los esclavos) parece girar siempre sobre conflictos de dinero y clase social, anticipándose a la gran novela europea del XIX (Balzac, Austen, Dickens, Thackeray), aunque su tema profundo no es otro que la sorpresa del amor. En la superficie danzan el juego, la intriga, la combinazione; por debajo, ardiendo, el fuego secreto e inconsciente de la pasión que brota, que muta, que no se decide a ser revelada. Tras la esgrima verbal enmudece un corazón atónito y dudoso: ese doble movimiento, esa interiorización de la acción dramática, acabó siendo su esencial marca de fábrica, de la que quizá Rohmer sea su único heredero. Hay un constante travestismo físico en sus comedias, pero predomina el travestismo de un lenguaje que traiciona y delata las pulsiones, escindido entre el anhelo de verdad y el ropaje de la convención. "Celui qui marivaude", escribió Jacques Scherer, "est à la fois véridique et menteur". Bretón de los Herreros lo dijo de otra manera, con una concisión más castiza, al retitular Les fausses confidences en 1831 como Engañar con la verdad. Dorante, el protagonista de esta obra maestra, es un muchacho guapo y sin recursos. Dubois, su antiguo sirviente, organiza un plan para que Araminte, una viuda joven y rica, caiga en sus brazos. La astuta frialdad de la estrategia nos provoca una instantánea repugnancia moral y pone en peligro la comedia desde su comienzo mismo: ¿qué simpatía podemos sentir hacia ese calculador obsesionado por su futuro social que se deja querer, entretanto, por la feúcha Marton, sirvienta de Araminte? ¿Será Dorante un tatarabuelo de Ripley, o, peor, del siniestro tenista de Match Point? ¿Anhelaremos que no le pillen porque nuestro lado más oscuro se identificará con el suyo? ¿Araminte se habrá ganado a pulso que la lleven al huerto, por frívola, por coqueta, por voluble? Es ahí donde interviene el marivaudage, la sorpresa del amor. Un amor que sacude el árbol de la estratagema y hace temblar sus hojas: nada es lo que parecía, y sin embargo esa vibración febril e incontrolada encaja a la perfección en el plan de Dubois. El suspense cambia radicalmente de signo: ya no tememos que Dorante sea atrapado en su mentira, sino que sus verdaderos sentimientos se hundan bajo el peso del engaño inicial. ¿Cómo romper entonces la inercia del rol, cómo saltar de ese tren en marcha, si la arquitectura del embuste se ha convertido en una verdad inusitada?

Sobre Les falses confidències, dirigida por Sergi Belbel, en el Nacional de Barcelona

Dos. Sergi Belbel ha presentado su espectaculazo en el Nacional de Barcelona partiendo de un concepto muy sugestivo: convertir a Marivaux en el padre espiritual de la gran comedia clásica del cine americano. Desde luego, es una influencia a investigar: yo veo esa huella más clara en el Preston Sturges de The Palm Beach Story o Hail the Conquering Hero que en The Philadeplhia Story, que quizá acabe siendo el referente, más estético que ideológico, de este montaje. Un montaje que por su estilización está a un paso del musical (High Society, por supuesto), pidiendo a gritos las canciones agridulces y sofisticadas de Cole Porter -al final, gracias a Ivan Labanda, estamos a un paso de esa guinda en la copa de Manhattan- y que a ratos corre otro peligro tonal: acercarse más a Feydeau que a Marivaux. El referente estético se centra en la apabullante belleza de la escenografía de Cristià y Glaenzel, una mansión con escalinata de mármol y jardinazo con pérgola, deslizándose, literalmente, en un lentísimo travelling, a medida que la acción cambia de escenario, y en los suntuosos figurines de Artiñano, que ha vestido a Dorante como a un joven Sinatra y a Araminte como un cruce entre Ava y Kay Kendall. Eduard Farelo (Dorante) y Laura Conejero (Araminte) conjugan a la perfección humor y temblor: nos muestran a dos amantes atrapados en sus respectivas trampas, dos "conductas de fracaso", como diría un analista, marcadas por un gran miedo al triunfo del deseo. El trío de ases se completa con la formidable interpretación de Miriam Iscla, un Dubois que Belbel dibuja como un puente (italianísimo) entre el Trivelin de La Fausse Suivante y la Serva Amorosa de Goldoni, "resolviendo" así las misteriosas motivaciones del personaje, sobre el que se han escrito casi tantas páginas como sobre Yago. La única pega que le pongo al espectáculo es su versión, que firma el propio director: marcada por una comprensible voluntad de acercar el texto al público, rebaja en demasiadas ocasiones la filigrana original con giros banales y coloquialismos que te sacan de situación ("nano", "bleda asolellada"), culminados por ese "¡ai que em pixo!" que chirría como una uña sobre un plato de porcelana. El gran triunfo de Belbel y su formidable compañía, sin embargo, se cifra en su rotunda abolición del tiempo: Les falses confidències dura tres horas y media, que transcurren en un pispás, entre carcajadas y un silencio cómplice y expectante. A ratos recuerda un gran montaje de la edad de oro del María Guerrero -con Manuel Veiga, un conde cercanísimo a Mompín, y esa Marton que la deliciosa Francesca Piñón compone como una Florita Trévelez dieciochesca- y a ratos uno se siente en el mismísimo National londinense: por calidad, por ambición, por lujo múltiple y por su plena conexión con el público, este trabajo no tiene nada que envidiar a las puestas de Luis Escobar o Nick Hytner. He recomendado muchas veces escapadas a París o Londres, pero ahora la cita es cien por cien barcelonesa: márquense un fin de semana para ver La cabra, el triunfo de José María Pou en el Romea, y Les falses confidències en el Nacional (ambas funciones tienen cuerda para rato antes de sus respectivas giras) y volverán ustedes con las orejas dando palmas. Eso sí: reserven ya sus entradas, porque están siendo los dos grandes éxitos de la temporada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_