Viaje a Irak para hacer los deberes
Un joven de EE UU se escapa a Bagdad para su clase de periodismo
Farris Hassan quería saber más. Y ni las bombas, los secuestros o la muerte, que acechan a diario en las calles de Bagdad, fueron suficientes para frenar su curiosidad. Hasta ayer, que se instaló otra vez en su casa de Florida. Con sólo 16 años y 1.800 dólares en el bolsillo, este estadounidense de origen iraquí se escapó de su casa en Fort Lauderdale (Florida) hace tres semanas rumbo a Irak para hacer los deberes: escribir un reportaje para la asignatura de periodismo de su colegio, en la que se requería que el estudiante reportero se sumergiera en la vida de los protagonistas de su historia.
El intrépido adolescente cumplió su objetivo tras un periplo que le llevó de Kuwait a Beirut (Líbano) y finalmente a Bagdad, desde donde fue repatriado el domingo. Según Satha Atiya, su madre, Farris aún no comprende por qué su aventura ha creado tanta expectación. "Está abrumado. No tenía ni idea de la atención mediática que iba a recibir. Pero nosotros estamos felices, porque Farris está bien. Está en casa y está a salvo", declaraba ayer a la agencia AP esta mujer iraquí que emigró a Florida hace tres décadas.
"Me siento culpable de llevar una vida acomodada", escribió en una redacción para el instituto
Farris, a quien su hermano mayor Hayder describe como un joven idealista obsesionado con la historia y la política, emprendió su viaje en secreto el pasado 11 de diciembre. Se compró un billete de avión con sus ahorros y voló hasta Kuwait City. Desde allí escribió un correo electrónico a su familia informando sobre su paradero.
Desde Kuwait, Farris tomó un taxi hasta la frontera con Irak con la intención de llegar a Bagdad a tiempo para las elecciones del día 15. Pero la frontera estaba cerrada, así que se lo tomó con calma. Primero se bebió un té con un grupo de kuwaitíes en una carpa en medio del desierto y después llamó a casa y pidió ayuda. Su padre, Redha Hassan, divorciado de su madre, le sugirió que volara a Líbano y pasara unos días con unos amigos de la familia. "Sentí que hacerle volver a casa, decepcionarle en su joven vida, dejaría una cicatriz", explicó Hassan en el diario The South Florida Sun-Sentinel. "Aprendí hace mucho tiempo que, si les dices no, ellos insisten más. Nada le asustaba".
Tras pasar una semana en Beirut entrevistando árabes y cristianos, y al ser hijo de iraquíes, Farris consiguió con facilidad un visado para Irak, y aterrizó en Bagdad el 25 de diciembre. Sin hablar ni una palabra de árabe, confiando en el color olivastro de su piel, paseó por la ciudad armado con un diccionario. Sus zapatillas Nike, su ropa occidental y su acento americano le delataban, pero eso no le impidió conversar en ocasiones hasta las seis de la mañana y curiosear en las entrañas de un país en el que 40 estadounidenses han sido secuestrados y 10 han sido asesinados desde el inicio de la ocupación en 2003.
Tras dos días en Bagdad, Farris se presentó en las oficinas de AP solicitando información para ser voluntario de la Cruz Roja. Desde la agencia se alertó a la Embajada estadounidense, que ya había recibido las llamadas ansiosas de sus padres. Farris, en cambio, parecía muy tranquilo. "Pensé que tenía que hacer un kilómetro extra si era necesario, o más bien unos miles", dijo a los reporteros.
En una de sus últimas redacciones para el instituto, el adolescente había escrito: "Me siento culpable de llevar una vida acomodada, vivir en una casa grande y conducir un buen coche". Tras su experiencia en Irak, su perspectiva ha cambiado: "Si vas al peor sitio del mundo, cuando regresas a casa tienes una nueva forma de apreciar tu vida. Así que ahora voy a ser feliz para siempre", declaró. Tras cenar con su padre y descansar durante dos días, Farris volverá al instituto, donde sus profesores le esperan para darle una reprimenda por tomarse demasiado en serio los deberes.
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