De naranjas y cabezas de gamba
En términos generales una inocentada consiste en hacer creer a alguien una historia o situación falsa. La inocentada tiene éxito cuando la víctima se implica y hace el ridículo. De la larga gala Inocente, inocente (Antena 3) del miércoles se esperaba que fuera como los Oscar (o los Goya) de la inocentada, pero este año no hubo obras maestras. Llegó a tener gracia la que le jugaron al ex mister España Pablo Martín. Lo contactaron para apadrinar una fábrica oriental de artilugios tecnológicos en un pueblito gallego. El aparato funcionaba con unos chips orgánicos a base de cáscaras de naranja y cabezas de gamba. ¿Su función?: leer el pensamiento. Mister España lo vivió con cierta incredulidad risueña. Le hicieron la misma broma a la modelo Nieves Álvarez, que sí picó. Pero quizá la mayor inocentada del programa fue la que tuvo que sufrir (o se autoinfligió) uno de los patrocinadores de la gala, Telefónica, con todas sus teleoperadoras uniformadas con chaquetas verde-Amena.
Mientras tanto, en el otro extremo del mando, se emitía El Imperio Romano (TVE-1). Una interesantísima coproducción internacional que combina el didactismo con el misterio, la arqueología con la investigación forense más avanzada, el saber con el entretenimiento. Por momentos parecía CSI en la Roma antigua. El documental incidía en los detalles de la vida cotidiana de las legiones o la vida diaria en ciudades como Pompeya. Se veían animaciones por ordenador de las calles y comercios, las casas de la gente común de la época, su forma de vida. Muy parecida a la nuestra en muchos detalles. Hablaban los científicos, se presentaban las ruinas y restos antiguos, pero todo revivía. La ciencia-ficción llevada al pasado con todo su poder seductor. Comparada con la serie Roma (Cuatro), que es también historia llevada a la ficción pero mucho más barroca, más dramatizada, este documental amuebla mejor la memoria y deja como poso escenas que son, lo quieras o no, conocimiento.
Puedo suponerlo: la gala de los inocentes fue mucho más vista que la de los romanos. Hasta que hagan una de risa.
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