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Columna
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Bromitas

Elvira Lindo

Veintiocho de diciembre, el día, en su sentido más simbólico, más odioso del año. Un día que, si fuera de uso infantil exclusivamente, tendría un pase, ya se sabe: cacas de plástico, bombas fétidas, sal en el café; pero que, extendido al mundo adulto y multiplicado por los medios de comunicación, resulta patético. Los niños hacen su broma anual, inocentona casi siempre; cruel si se les alimenta y se les deja. Los niños aprenden pronto que lo más fácil es arremeter contra el débil. Recuerdo haber sido instigadora de bromas malévolas y haber sido víctima de alguna de ellas. La vergüenza me queda ahora sólo por liderar la broma; el haber sido víctima sólo me inspira simpatía hacia mí misma. Siendo adulta, madre, he intentado corregir siempre la tendencia de las criaturas a reírse del débil, del inocente. ¿Qué gracia tiene eso, qué gracia tiene que alguien se crea tu mentira? Será que me da rabia porque yo me las creo todas. Con eso se nace. Cuando a los niños nos hacían un truco de magia, siempre había dos grupos, los que intentaban poner al mago en ridículo y los que creíamos que las palomas salían del sombrero. Los bromistas tienen un olfato especial para elegir a su víctima. Los bromistas, si son niños, irán a por el bajito, el torpe, el inocentón. Los bromistas, si son adultos y quieren hacer una broma verdaderamente pesada, una broma de esas que luego se recuerdan en desayunos de trabajo durante años, no elegirán al jefe (para nada), ni al propietario de su empresa (menos), ni al chulo del barrio (da miedo). Los bromistas, si trabajan en un medio de comunicación y quieren hacerle una broma a un personaje público, no elegirán a alguien que les pueda devolver la patada. Los bromistas no elegirán ni a Bush, ni a Chirac, ni a Blair, ni tan siquiera al presidente de su país, Zapatero, no sólo porque son inaccesibles; también porque podrían acarrearles consecuencias peligrosas. Tampoco elegirán al Papa (que por ser sagrado es más inaccesible y te puede dejar en la calle para el resto); los bromistas elegirán al presidente de un país al que no consideran de primera categoría. Si el presidente, para colmo, es indio, ya es para morirse de risa. No sé si el desprecio es consciente o inconsciente, pero de que existe tengo una sospecha fundada.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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