'Desvinculación'
Hace unos días, con motivo de una comida con antiguos compañeros de estudios, tuve ocasión de enterarme de lo que profesionalmente hacían algunos de ellos. El que estaba a mi derecha me dijo que se había desvinculado de su empresa porque ésta le había hecho una oferta que le había interesado y se había ido a casa. Hablo de personas con cincuenta y tantos. Éste en cuestión era ingeniero de telecomunicaciones, y había desarrollado y llevado a cabo importantes proyectos para su empresa en su dilatada carrera profesional.
Las grandes empresas, cuando hacen OPA u otras modalidades y se convierten en otras más grandes o en diferentes, suelen analizar, entre otras cosas, los puestos de trabajo y las edades de quienes los desempeñan. Esto ocasiona no pocos quebraderos de cabeza a más de un trabajador. Si a alguien le ofrecen unas buenas condiciones y acepta la desvinculación, le vendrá muy bien para disfrutar de su tiempo libre, con unas condiciones económicas buenas, hasta que le llegue la edad de su jubilación oficial. Pero para quien las condiciones no sean tan buenas, más bien será que le han echado y, con esas edades, tiene casi imposible encontrar un nuevo empleo hasta que le llegue la edad de la jubilación, con lo que esto le puede suponer, además, de merma en las prestaciones de la Seguridad Social para los restos.
Con esta moda de las, impropiamente llamadas, prejubilaciones, quizá esas grandes empresas no valoren adecuadamente el importante capital humano que están dejando escapar. A menudo se trata de personas muy vinculadas a sus empresas, con una formalidad y un saber hacer difícilmente superables, a las que la edad no les afecta negativamente para el desarrollo de trabajos que no son necesariamente de esfuerzo físico.
El planteamiento, desde el punto de vista de las empresas, es la sustitución de alguien con sueldos más elevados por otros que, con menores sueldos, hagan lo mismo. El problema es que no hacen lo mismo ni igual, pero eso se ve más adelante cuando ya no hay remedio y nadie se atreve a decirle que se ha equivocado, a quien se ha equivocado. Se dice con frecuencia que nadie es imprescindible, pero luego resulta que todos hacemos mucha falta el día que, por una u otra causa, no estamos.
Sigo pensando que no es bueno prolongar la edad de jubilación más allá de los 65 años, aunque tampoco debiera ser obligatoria para quien quisiera continuar algún tiempo más. Quizá también deberían articularse,por parte del Estado, métodos que no supusieran merma alguna en las prestaciones de jubilación si alguien que haya superado un determinado número de años de cotización quiere jubilarse antes de esa edad frontera. O sea, flexibilizar algo esto de la edad de jubilación con carácter general.
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