Un fenómeno inalcanzable
La magnitud del título mundial de F-1 de Alonso la marca el impacto social que ha producido
Lo que ocurrió después era difícilmente imaginable. Cuando Fernando Alonso se proclamó campeón del mundo de fórmula 1 el pasado 25 de septiembre, se produjo una explosión tanto en Asturias como en el resto de España cuyas consecuencias aún no se han disipado. Alonso no sólo fue el primer español que ganó el título mundial, sino que además se convirtió en el ganador más joven de la historia, concluyendo con la marca del brasileño Emerson Fittipaldi, que había permanecido inalcanzable durante 33 años.
Sus sólo 24 años -por 25 de su antecesor-, la capacidad de raciocinio que demostró, la forma de encarar el inicio de la temporada y de preservar después la ventaja que había adquirido sobre el finlandés Kimi Raikkonen y el alemán Michael Schumacher, su calidad de conducción, fueron elementos que no pasaron desapercibidos para nadie. Todavía no era campeón y todo el mundo proclamaba ya que era imparable. Fue épico verle gobernar las carreras con una cabeza digna de un cuarentón, frenando sus lógicas ansias de victoria y su agresividad, sabiendo en todo momento lo que más le convenía y sacrificando triunfos para reafirmar el liderato de la clasificación de pilotos.
La locura es tal que en un anuncio en la prensa asturiana se leía: "Vendo piso, zona Alonso"
Todos estos elementos fueron engordando su leyenda. Y cuando Fernando Alonso agitó en Brasil los brazos, subido a una rueda delantera de su Renault, proclamando a los cuatro vientos que era campeón, se había convertido ya en un icono que traspasaba las barreras de lo meramente deportivo y entraba de lleno en el ámbito de lo social. Fue un salto trascendental, un fenómeno inalcanzable, como demuestra el hecho de que haya sido uno de los deportistas más votados en la encuesta que ha realizado EL PAÍS entre 100 deportistas destacados, que no sólo le colocaron en el podio como mejor deportista español del año, sino que le mantuvieron en la batalla con Lance Armstrong para el título de mejor deportista mundial.
Sin embargo, todo eso es sólo anecdótico. Lo que demuestra la magnitud de la hazaña que esta temporada ha realizado Alonso es el impacto social de su hazaña y el giro involuntario que todo eso ha obligado a dar a su vida. Tal como le ocurrió a Schumacher en 1995, tras su segundo título, Alonso también ha tenido que desplazar su domicilio y pasar la mayor parte del año fuera de España, en su caso en Oxford, cerca de los talleres de Renault en Enstone (Gran Bretaña). "Algunas veces", cuenta Luis García Abad, su representante, "me llama desde su casa en Oviedo y me dice: 'voy a mandarte fotos de lo que estoy viendo por mi ventana'. Y lo que puede verse son varias cámaras de televisión, muchos periodistas ávidos de entrevistarle y muchos aficionados curiosos que buscan un autógrafo".
Eso en el mejor de los casos. Muchas veces, hay personas que llaman a la puerta, que se asoman a las ventanas, que intentan filmar en el interior de su casa. Cosas impensables. La casa de los Alonso se ha convertido incluso en una cita obligada de algunos tours turísticos por la ciudad de Oviedo. "Todo eso no me gusta", confiesa Alonso. "No entiendo que me persigan cuando voy a acompañar a mi hermana al hospital, o cuando salgo de casa para ir a cenar. Me parece demasiado y me impide estar en Oviedo con mi familia todo el tiempo que yo querría".
La situación ha llegado a extremos tan cómicos que en la prensa asturiana apareció un anuncio en el que podía leerse: "Vendo piso, zona Alonso". Las solicitudes que recibe el campeón mundial de F-1 son variopintas e impensables. "En una ocasión, nos llamaron del programa Cine de Barrio
para invitarnos a la tertulia que se realiza tras ver la película con Carmen Sevilla, porque ofrecían Sor Citroën", explica García Abad. Fernando Alonso les respondió irónicamente: "Si por lo menos fuera Sor Renault...".
La dimensión social del personaje queda también patente en la web personal del piloto, que mensualmente es visitada por cerca de 875.000 personas en algunas épocas. Este año organizaron un concurso para niños que debían dibujar una postal con referencias a la F-1 y les llegaron sacos y más sacos de cartas. "Intentad pararlo", les dijeron en Correos. En una de las postales ganadoras aparece Alonso subido a un camello siguiendo la estrella de los Reyes Magos, con varios niños felicitándole. En otras puede vérsele en su Renault junto a un árbol de Navidad.
Su vida ha cambiado hasta estos extremos insospechados. Hace unos meses se fue al Bernabeu a un partido del Real Madrid, su club preferido, y se puso unas bambas y se peinó con raya, un poco camuflado, para que nadie le reconociera. Casi lo logró. No le gusta la fama, no le gusta que le persigan y que conviertan las cosas más cotidianas, como tomarse un café o comer en un restaurante, en un suplicio. Lo suyo es coger el volante y correr. Ser un campeón. Todo lo demás lo asume como el precio adyacente al sueño que acaba de lograr.
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