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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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2006: petróleo caro y fragilidad geopolítica

Joaquín Estefanía

CONFORME SE ACERCA el fin del ejercicio se multiplican los tradicionales informes de prospectiva sobre el comportamiento de la economía mundial en el año 2006. No hay unanimidades excepto en la prudencia de los análisis y la importancia que se concede a los factores de riesgo de la coyuntura. En su anuario tradicional, el semanario The Economist define el estado de la cuestión (y el de ánimo) como "fundamentos frágiles".

Hay dos factores básicamente económicos que inquietan al corazón de esos análisis: el comportamiento del precio del petróleo (influido a su vez, en parte, por fenómenos geopolíticos) y la existencia simultánea de potentísimos crecimientos del precio de la vivienda en algunos de los países más importantes del planeta (EE UU, el Reino Unido, Francia y también España). Sólo dos países entre los más desarrollados están saliendo con modestia de su estancamiento sin basar su modelo de crecimiento en el ladrillo: Alemania y Japón (éste ha padecido una década de recesión con motivo del estallido de una burbuja inmobiliaria, a la que se pone como ejemplo de lo peor que puede suceder).

Los principales factores de riesgo económico para el año que entra son el precio y la cantidad de petróleo, y la existencia de una burbuja inmobiliaria simultánea en varios de los más importantes países del mundo

Respecto al petróleo, atendamos a los mensajes que se dan en el estupendo monográfico titulado ¿Un mundo sin petróleo? (Vanguardia Dossier, número 18). A saber: la mayoría de los expertos coinciden en que la era del petróleo barato ha llegado a su fin y estamos acabando la primera era del petróleo, que ha durado 150 años, en los que la población pudo sextuplicarse al mismo ritmo de la producción de crudo; el precio de esta materia prima ha aumentado más del triple desde finales de 2001, un alza similar a la de otros momentos de incremento como la de principios y finales de los años setenta, y la de principios de los noventa, todos ellos seguidos de recesiones mundiales de más o menos intensidad. En cuanto a la vivienda, si se suma lo que ha aumentando el valor de la misma en los países citados, se obtendría la burbuja más gigantesca de la historia.

El vector contrario, el que ha sostenido el incremento del consumo, ha sido el dinero barato. Pero los últimos movimientos de los principales bancos centrales indican que la política monetaria también parece cambiar de tendencia. La gran pregunta es hasta dónde subirán los tipos de interés y si esa subida afectará a la capacidad de consumo de los ciudadanos.

Frente a estos riesgos potenciales se define la realidad de una coyuntura prudentemente optimista: Estados Unidos sigue creciendo (mientras lo haga el consumo, que supone dos tercios de su PIB); la eurozona sale poco a poco de su letargo y puede doblar su homeopático crecimiento, con el interés de que a la fortaleza de las exportaciones parece unirse una incipiente demanda interna y con la peculiaridad de que los países periféricos crecen más que el corazón de la vieja Europa. Japón cada vez da más síntomas de que se puede considerar clausurado ese ciclo de estancamiento y caída de precios. América Latina puede seguir creciendo por encima del 4% si las incertidumbres electorales no quiebran la coyuntura. Y los principales países emergentes, China e India, crecen espectacularmente, añadiendo tirantez a la demanda de materias primas (sobre todo, petróleo), pero ayudando con sus bajos costes laborales a contener la inflación mundial. Los últimos datos de China son casi increíbles: este año que termina va a crecer otro 9,4%, pero revisado su PIB para incorporar el avance del sector servicios, acabará 2005 como cuarto país en la clasificación mundial según el volumen de la producción nacional, después de dejar atrás a Italia, el Reino Unido y Francia.

Como es Navidad, reproduzcamos lo que dice Daniel Franklin, director del citado anuario de The Economist: "La tecnología... comenzará a estar disponible para todos. El próximo año llevará a los países en desarrollo el ordenador portátil por 100 dólares, y el teléfono móvil, por 20". Ahora se trata de eliminar el analfabetismo para que todos los sepan aprovechar.

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