La crueldad humana
¿Qué pasa por la cabeza de dos jóvenes de 18 años y de otro de 16 cuando contemplan a una mujer que está envuelta en llamas? ¿Qué sentimiento les genera haber sido ellos los que le han prendido fuego? Esto ha sucedido en Barcelona, en uno de los barrios de clase alta de la ciudad, en el interior de un cajero vigilado por una cámara de seguridad, el viernes pasado.
Dedicamos nuestro tiempo de ocio a escribir, a leer, al deporte, al juego, a charlar, a tomar unas copas, a salir con los amigos a cenar, al cine, o simplemente nos sentamos en un sofá a ver la televisión o a escuchar la radio. Hay muchas maneras de divertirse, pero estos jóvenes se divirtieron acosando, insultando, apaleando y quemando, entre risas, a una indigente que se resguardó del frío en un cajero. No molestaba a nadie, sólo quería descansar y encontró la muerte.
Las cámaras de seguridad ayudaron a localizar a los jóvenes, pero también a que la policía sepa, con exactitud, lo que ocurrió aquella noche: el primer contacto con la indigente se produjo a la una y media de la madrugada, y ahí comenzaron los insultos y los golpes. Los jóvenes se marcharon y regresaron, pero la pobre mujer consiguió echar el pestillo de la puerta. Para conseguir entrar de nuevo utilizaron a un joven de 16 años, y una vez dentro comenzaron las palizas para, finalmente, rociar a una indefensa señora de 50 años con una garrafa de disolvente que habían cogido de una obra cercana. Finalmente, le prendieron fuego. Dicen los que han contemplado las imágenes que lo que allí sucedió es de una crueldad intolerable. Los jóvenes alegan, en su defensa, que no pensaron que todo aquello terminaría así y que sólo lo hicieron para divertirse.
La crueldad humana no tiene límites: quemamos nuestros bosques, contaminamos nuestra atmósfera y nuestros océanos, hemos acabado con especies animales y vegetales, muchas otras se encuentran en vías de extinción por nuestra culpa, e incluso matamos a nuestros semejantes.
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