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Crítica:LIED
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Y el silencio se hizo por fin música

Ian Bostridge y Julius Drake consiguieron al fin el milagro: que el público estuviese en silencio y sin aplaudir durante un minuto infinito después del último acorde del piano en uno de los lieder. Era ya la tercera propina y con eso se ponía el punto final a un recital extraordinario, con un tramo memorable, el que ocupaba los dos primeros tercios de la segunda parte.

Se había llegado a las más altas cotas de profundidad y estremecimiento en Des fischers liebesglück, se había tocado la gloria del buen gusto melódico con Sei mir gegrüsst y con Dass si hier gewesen, y se había alcanzado un toque sublime de desparpajo y espontaneidad en Die forelle. No se podía ir más allá. Fischerweise puso la rúbrica. Quedaban aún cinco canciones y algunos síntomas de fatiga aparecieron en el cantante. Poco importaba a estas alturas. El único imposible posible era lograr la integración del silencio como música en una invitación colectiva. Y se consiguió.

Ian Bostridge

Ian Bostridge (tenor). Con Julius Drake (piano). Obras de Schubert. XII Ciclo de Lied. Fundación Caja de Madrid. Teatro de la Zarzuela, 19 de diciembre.

Una entrevista a Alfredo Kraus publicada en el suplemento Babelia, de EL PAÍS, en 1994 se encabezaba con un titular que reproducía esta frase del tenor: "Cada día valoro más el silencio". Desde que hace más o menos una década apareció el registro de Ian Bostridge sobre el ciclo de canciones La bella molinera, de Schubert, Alfredo Kraus estaba fascinado por el tenor inglés, interesándose por todo lo que le concernía y con una valoración altísima de su trabajo.

Recuerdo de Kraus

Los dos habían encauzado por distintos caminos sus carreras artísticas y sin embargo coincidían en cuestiones esenciales. Su valoración del silencio era una de ellas, pero también el depurado fraseo de cada palabra, la atención a cada sílaba. El rigor, en suma. El recital del lunes me trajo a la memoria el recuerdo de Kraus. No por asociación directa de repertorio o estilo, sino por algo mucho más subterráneo. Por la profesionalidad y el entendimiento de la música.

Bostridge es un tenor culto que mide cada gesto, cada movimiento, con primor. Que acentúa o enfatiza con precisión. Tiene un aire desvalido, de poeta romántico. Y dialoga con su pianista de una manera tan científica como fogosa. Los dos habían fascinado en el Teatro Real hace unos meses con un difícil recital centrado en Henze y Mahler. Lo de anteayer en el teatro de la Zarzuela se escapa incluso a las leyes de la fascinación y va más allá.

Fue la glorificación del canto más puro, la quintaesencia de una interpretación tan perfeccionista como hechizante.

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