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Columna
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Propina

Corren tiempos esquivos para la propina. La crisis se inició con la entrada del euro en nuestras vidas. Ahora se institucionaliza: si el Consejo Económico y Social aprueba las enmiendas a la Ley de Juego regional de 2001, los trabajadores de los casinos de Torrelodones y Aranjuez tendrán que repartir sus propinas con la empresa. Más mosqueados que pavo en Navidad, ya tiemblan miles de camareros de los restaurantes y bares de la Villa. Los números nos dejan boquiabiertos: el casino de Torrelodones, sólo de propinas, recaudó el año pasado 15,7 millones de euros. ¿Cuánto percibe por ese concepto el bar de la esquina? Sea lo que sea, estamos hablando de dinero alegal y asilvestrado, un impuesto añadido a lo tonto que nos atraca sutilmente cada día.

Si usted quiere explicar a un extranjero qué es propina en España, remítale al diccionario: "Agasajo sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción que se da por algún servicio". Se lo señalé a una alumna norteamericana del ex profesor (o viceversa) Ramón Irigoyen. La gentil gringa fue de inmediato a comprar unos zapatos y, tomando al pie de la letra mis sugerencias, pretendió obsequiar al dependiente con un agasajo de 10 euros. El mancebo supuso que la propina era un guiño erótico; todo acabó en esperpento desternillante. La ingenua gringa plantea a la humanidad esta pregunta enigmática: "¿Por qué se da propina a los camareros y no a los expendedores de sandalias?".

Las anteriores consideraciones (y las que se le ocurran al discreto lector) nos llevan a una conclusión muy seria: la propina tiene que cambiar de concepto y de dueños, en los bares y donde sea. Hay que corregir la definición del diccionario de la RAE. 'Propina' tiene que ser un "agasajo al cliente como muestra de satisfacción por su presencia".

De lo cual se coligen varios corolarios, el principal de los cuales es éste: las tabernas tienen que invitar mucho más a sus clientes, propinar más pelotazos gratis a la parroquia habitual. También hay que afirmar, en beneficio de buenos camareros: la propina, para quien la trabaja, no para su empresa.

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