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Columna
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Comisión de estética

Yo, que creía saberlo todo sobre el Ayuntamiento de Alicante, he descubierto que no es así. Leyendo el periódico, acabo de enterarme de que en el Ayuntamiento funciona una comisión de estética. ¡Una comisión de estética! Es algo que no hubiera podido sospechar. Cuando se viaja por el mundo, hay ocasiones en las que quedamos deslumbrados ante el orden y la pulcritud que desprende una ciudad determinada. Visitamos Vitoria, por ejemplo, y a los pocos minutos de caminar por la población, advertimos que nos encontramos muy cómodos en ella. Los coches respetan a los peatones; los jardines parecen cuidados con primor; las calles están limpias y bien señalizadas; el mobiliario urbano se ha seleccionado con criterio y resulta atractivo para la vista. Si nos dijeran que el aspecto de Vitoria es consecuencia del trabajo de una comisión de estética, alabaríamos el buen gusto y la dedicación de sus componentes. En cambio, un paseo por Alicante jamás nos permitirá imaginar la existencia de una comisión municipal de estética. Es algo absolutamente imposible. Sin embargo, la comisión existe y es de una extraordinaria utilidad.

El arqueólogo Pablo Rosser había elaborado un plan con el objeto de preservar el escaso patrimonio cultural y artístico que queda en la ciudad. Es probable que el plan resultase un tanto excesivo en sus pretensiones, pues los arqueólogos, como sabemos, tienden a exagerar en las cuestiones que afectan a su trabajo. Su amor al pasado es tal que donde nosotros no vemos más que unas piedras, más o menos antiguas, ellos siempre parecen admirar unos restos de importancia extraordinaria. Las malas lenguas aseguran que algunos arqueólogos hacen esto para que no les falte el trabajo y ganarse unos euros de más. Dejemos correr estas murmuraciones. De cualquier modo, el plan propuesto por Rosser era una tarea temeraria, si tenemos en cuenta que, en Alicante, no se le da ningún valor al patrimonio cultural. Precisemos: ningún valor real. De manera teórica, en cambio, el patrimonio tiene para las autoridades alicantinas la más alta consideración que cabe suponer. De hecho, existe un Departamento de Conservación del Patrimonio Histórico y Artístico Municipal, que dirige el propio Rosser.

El problema que presentaba el plan Rosser era que condicionaba la concesión de licencias de obras a la existencia de un informe arqueológico. ¿Podemos imaginar a un constructor aguardando que unos especialistas redacten un informe sobre los restos del subsuelo, mientras mantiene su obra paralizada? Además, ¿quiénes serían los arqueólogos que deberían redactar estos informes? ¿De quién dependerían? El asunto era complicado y, de continuar adelante, podía tener consecuencias graves para ciertos intereses, lo que ha obligado a intervenir a la concejala de Urbanismo. La primera medida de la señora Castedo ha sido suspender el plan Rosser. El informe arqueológico, ha dicho la señora Castedo, podrá ser preceptivo, pero nunca vinculante, y la decisión final queda en manos de la Comisión Municipal de Estética. Serán los señores concejales quienes decidan si se puede o no se puede construir en un determinado solar de la ciudad. Viendo el aspecto que ofrece Alicante, no resulta difícil adivinar el resultado.

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